Ha sobrepasado los noventa,
nació en un día de marzo de 1933. Recuerda que vivía en una casa de campo. Su
padre era guardés de una finca, su madre cocinera de la casa principal donde
vivián los señores. Don Damián y Doña Florinda. ¡Qué buenas personas eran! Los
trataban como si fueran de la familia. Los señores solo tuvieron una hija,
Margarita, que tenía más o menos cinco años menos que él. La recordaba jugando
en el frondoso jardín o tocando el piano, cada tres día venía Doña Elena que
era profesora de solfeo. Siempre decía, y tenía razón, que esa preciosa
chiquilla de tirabuzones rubios era una virtuosa.
Pasado los años y gracias a
Don Damián y Doña Florinda pudo marchar a estudiar a la capital allí cursó
estudios superiores e incluso hizo la carrera para maestro de escuela. Fue
destinado a una escuela rural, después fue de un lugar a otro, hasta que llegó
al pueblo donde está radicada la finca donde creció y todavía trabajaban sus
padres. Lo que nadie sabía es que en secreto y por medio de cartas mantenía una
relación con Margarita. Ahora que tenía trabajo fijo y un puesto destacado en
el pueblo quería pedirle la mano de su hija a Don Damián. Tenía miedo, no puede
decir lo contrario, porque la diferencia de clases sociales era una grieta
difícil de rellenar en esos años en este terruño llamado España. Pero el amor
todo lo puede o por lo menos eso dicen…
Al final la conversación con el padre de Margarita fue más fácil de lo que se imaginó ya que Doña Florinda lo había puesto en antecedentes mucho antes. Margarita quería con locura a su prometido y eso era lo importante. Además, era un hombre ilustrado que sería quién ayudaría a su hija a llevar la finca una vez que ellos faltaran. La boda se celebró poco antes de la Navidad del año siguiente. Con el tiempo vinieron los hijos, tres en concreto. Él siguió dando clases en la escuela, accedió al puesto de secretario del Ayuntamiento y además llevaba los asuntos económicos de la finca.
La casa no fue igual desde que
faltaron sus padres, así como Don Damián y Doña Florinda, aunque la alegría de
Damián, María Dolores, en honor a su madre, y Pepito lo mitigaban todo. Siempre
había muchas risas y alguna riña, pero cuando llegaba Navidad todo era distinto,
tenían que ser buenos porque si no los Reyes Magos podrían traerles carbón.
Pasó el tiempo, los años, los
niños crecieron, estudiaron, y menos Pepito, marcharon. Cuando se jubiló del
colegio y del Ayuntamiento comenzó a escribir, que no se le daba nada mal, de
las cosas del lugar, personajes, vida, costumbres, así como la historia de la
finca y la casona que presidía todo. Ganó varios premios literarios y todo.
Dejó de vivir cuando su
Margarita, ya mayor, se puso enferma y murió de un día para otro. Con su marcha
se le apagó la vida y aunque Pepito, que lleva la finca, creó su familia y le
regaló cuatro preciosos nietecillos, aparte de los de Damián y María Dolores
que vivían fuera, bien sabía que su tiempo había pasado.
Y ha sobrepasado los noventa,
sigue sentado en su escritorio, anotando aquella historia que pasó donde vivió Manuela,
la de las flores. Está feliz, aunque echa de menos a su amada Margarita, porque
toda la familia está junta para celebrar una nueva Navidad, que es la venida
del Niño Jesús al mundo, que nos trae Amor, Caridad, Fe y Esperanza.
Con mi tradicional cuento os
deseo una Feliz y Santa Navidad y un próspero 2026.
Nosotros nos volvemos a
reencontrar el 12 de enero, pasadas estas entrañables fiestas.


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