Tiene
Villaluenga una Iglesia que más parece una pequeña Catedral. Se erige en plena
Alameda que es un lugar lleno de vida donde los niños juegan, los ancianos
charlan u observan ese pasado que ya nunca volverá, los jóvenes se sientan y
los visitantes admiran la coquetería de tan precioso lugar.
San Miguel
Arcángel se yergue encaladita de blanca y cuando entras sientes que ese no es
un sitio sino que es el lugar.
Lugar donde
está Jesús siempre en el Sagrario con sus velitas rojas o en imagen llena de
devoción de Padre Jesús con la cruz a cuesta que carga cada mañana del Viernes
Santo hasta el Calvario a hombros de sus hijos que lo llevan paso a paso y a la
voz del capataz el camino es menos largo, voz que anima a seguir al que después
muere en la cruz y allí arriba, en la blanca ermita es sepultado como cada
tarde de cada año cuando llega el Viernes Santo.
O María de
los Dolores que es Pastora cuando junio parece mayo y que se erige en majestad
de la Madre, del encanto, de la que cuida sin edad, de la Virgen del Rosario.
Y San Roque
con su perro, San Gregorio siempre magno y las capillitas de dulce, los
antiguos confesionarios, el coro con historia como historias las de los bancos,
historias y plegarias, gratitudes y lloros amargos, campanadas al cielo vivo,
anunciando siempre anunciando.
En la
Iglesia de San Miguel donde ves a tantos de nuestros mayores rezando también
encuentras la niñez, el futuro más amado, de que la Fe no se ha perdido entre
rocas y yerbajos
En la
Iglesia de San Miguel se oyen bellos cantos y rezos de voces niñas, de padres
ilusionados, de abuelos orgullosos, de familiares entregados pues los niños de
nuestro bendito pueblo están aprendiendo a amarlo a Jesús, el Nazareno, y a
nuestra Madre del Rosario.
Y esta labor
tan importante es cosa de pocas personas que sacrifican su tiempo en ofrecer y
dar catequesis a nuestros niños para que hagan su primera comunión que es eso
tan sencillo e importante a la vez de recibir por vez primera a Cristo.
Antes lo
fueron Paqui, Cristóbal y nuestro querido por siempre recordado José Miguel
Calle que se fue al Cielo a mitad del pasado verano.
Ahora siguen
con esta labor de evangelización, de apostolado catequético, Paqui, Ana que
recibió el legado de su padre Cristóbal y el Padre Sergio actual párroco de
Villaluenga.

Eso hace que
cada domingo en la Santa Misa un grupito de niños se agrupen en los primeros
bancos con sus catequistas atentas a todo. Paqui, que es una mujer servicial y
entregada a todo lo de la Iglesia, cuando baja de hacer sonar el último toque
de las campanas que nos anuncian lo inminente de la Eucaristía se sitúa con
ellos mientras Ana ha hecho lo propio. Detrás o a los lados se ven a los
padres, abuelos, familias que los acompañan en este camino de preparación y de
conocimiento de la Fe y de lo que es sentirse hijos de Dios así como de la
Iglesia.
Homilía
dedicada en parte a ellos, como debe ser, y algunos cantos salidos de tan
dulces gargantas. Todos ilusionados, contentos y felices por estar allí, en
Misa.
Esto no
sería posible sin Dios y nuestra Madre del Rosario que dirige nuestros
corazones permanentemente hacia el Amor que desprenden y que Villaluenga sabe
de lo que os hablo.
Esto no
sería posible sin los catequistas que dedican horas y horas en encender esa
lucecita a los niños para que conozcan mejor a Jesús así como la Iglesia que
nos acoge como lo que somos hijos y a la vez hermanos.
Esto no
sería posible sin tantos padres que guían a sus hijos en el camino de la Fe y
los apuntan a las catequesis donde conocerán lo que ellos conocieron y vivirán
los que ellos, sin importar cada circunstancia, viven a diario.
Esto no
sería posible sin tantos abuelos, tíos, familia y amigos que disfrutan y apoyan
para que nuestros niños conozcan a Dios de primera mano.
A todos
ellos sin excepción mi homenaje, mi reconocimiento lleno de admiración, mi
gratitud como hijo de la Iglesia, como enamorado de Jesús que habita en el
Sagrario y que en Villaluenga porta una Cruz cada mañana de Viernes Santo
camino del Calvario y conocedor del Amor de una Madre que es Dolores, Pastora
nuestra y sobre todo Rosario.
A todos
ellos, a todos vosotros: ¡¡Muchas gracias y que nuestra Madre del Rosario os
proteja siempre!!
Con un
abrazo y mi cariño personal,
Jesús
Rodríguez Arias
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