miércoles, 23 de septiembre de 2015

* DESDE VILLALUENGA: 614 RAZONES



Hoy, precisamente, cierro los ojos y me veo en mi particular atalaya donde admiro sosegadamente las inexplicables tonalidades de color que puede adquirir una simple nube o como el sol alarga su ocaso perdiéndose tras el Caíllo.

Hoy, precisamente hoy, quisiera estar en mi bendito pueblo donde la paz, la felicidad y el sentirse en casa con calor de hogar ha llegado a cautivarme hasta entregar mis más nobles sentimientos a tan extraordinario lugar.

Hoy que me hallo tan lejos en la distancia y tan cerca en el corazón de Villaluenga del Rosario, donde los temores vuelven a rondar la memoria, donde la paz y el sosiego hace un paréntesis en mi vida, hoy quiero dedicarle estas letras salidas del alma.

Me he acostumbrado a lo mejor que es vivir en y para Villaluenga. Los sentidos los tengo más que perdidos cuando recuerdo a este pueblo que en realidad es “una casita en medio de la montaña” donde cuento las horas que tiene el día y los días que le restan a la semana para volver a volver a mi bendita tierra.

La negritud del cercano cielo en la noche allí se transforma en belleza si sabes mirar bien y no te dejas sorprender por la oscuridad. Noche profunda donde siempre hay una estrella que tintinea o ese lucerillo del alba siempre equidistante, siempre ofreciendo avisos a los que vienen y van que están a punto de pasar por un lugar único en el mundo: ¡Villaluenga del Rosario!

Sí, en miradas perdidas en la inmensidad de la noche payoya pienso que ese lucero es como un faro en medio de la costa.

Y para recalcar lo asombroso de la belleza más sublime detener la vista donde el firmamento y su horizonte es rasgado por la majestuosa montaña donde con solo volver la cabeza te encuentras, casi de sopetón, con el eterno Caíllo que a estas horas ya acuna y abraza a nuestro precioso pueblo: ¡Su eterna enamorada!

614 kilómetros son los que me separan de estar en estos momentos en Villaluenga del Rosario. 614 motivos para echarla de menos.

614 motivos para echarte de menos,
614 razones para decirte te quiero,
614 kilómetros que se hacen eternos,
614 recuerdos en mi pensamiento.

614 kilómetros no será distancia,
614 caminos para al fin llegar,
614 sentidos para tener esperanza,
614 latidos para siempre amar.

Sí, 614 kilómetros es lo que me distancia de Villaluenga del Rosario pues a estas horas de la noche tanto Hetepheres como yo nos encontramos en la Capital de España donde mañana volveré a pisar la clínica donde me salvaron y que en periodos de tiempo calculados vengo para terminar de sanar. Volveremos al sur del sur el próximo domingo si Dios no dispone otra cosa.

Esperanza en que todo vaya bien, esperanza para caminar, esperanza en volver y también para estar.

¡Esperanza es volver!
Esperanza es Amar,
Esperanza es conocer,
Esperanza es entregar.

Esperanza es vivir,
Esperanza es mirar,
Esperanza es sentir,
Esperanza es llegar.

Y es un hombre como Mateos Venegas el que me ha hecho reflexionar tanto sobre el sentido de la Esperanza que ahora esta es parte inexcusable de mi propia existencia.

614 kilómetros es la distancia que existe entre Madrid, con sus luces, su caos, su vida, su trepidante día a día, su multitud de ofertas en todos los sentidos y tanta soledad de mi pequeño pueblo de Villaluenga del Rosario que es infinitamente menor en tamaño y en número de habitantes aunque inmensamente grande en todos los sentidos.

En mi pueblo no habrá cines pero tenemos la mejor pantalla que es el mismo cielo. En mi pueblo no habrá grandes superficies llenas de numerosas ofertas pero tenemos de todo lo que en verdad hace falta. En mi pueblo no hay rascacielos hechos por el hombre porque tenemos al Caíllo que roza el cielo y está hecho por Dios. En mi pueblo no hay tanta “diversidad” ni falta que hace pues en él habita los valores, el trabajo, la entrega, el servicio, la hospitalidad, el ser buenas y dignas personas que hacen grande cada día, cada hora, sus vidas y la de los demás.

Villaluenga del Rosario tan diferente y única que no le hace falta lo que echan en falta aquellos que nunca están contentos y siempre quieren más.

Para grandes e impresionantes avenidas, iluminadas, rascacielos que rompen hasta las nubes, luces por todos lados, bares, hoteles, tiendas, grandes superficies, prisas, agobios, metros atestados, inseguridad, personas caminando cabizbajas donde el saludar o el mirar a los ojos a los demás es parte de un pasado que ni se recuerda, donde la diversión se puede realizar en cualquier lugar previsto para eso y que deja imágenes rotas cuando viajes muy de mañana en cualquier tren o metro un domingo cualquiera.

Sí, todo esto está muy bien, puede que para algunos sea hasta deseable, pero personalmente no cambio ni una coma de mi bendito pueblo de Villaluenga del Rosario donde cada segundo que pasa me enseña algo nuevo que puedo vivir y contar.

Lo demás está a tan solo 614 kilómetros de distancia.

Pero algo tiene nuestro bendito pueblo que todos los que llegan a él y lo conocen quedan prendidos y prendados de tanta belleza.

Hoy, precisamente hoy, cuando me encuentro a 614 kilómetros de distancia cierro los ojos y me veo en mi atalaya divisando el negro cielo con el fulgurante lucerillo del alba que me sigue diciendo, aunque esté a kilómetos de distancia, a cada segundo que pasa: ¡Jesús, tranquilo, que sabes que en tu pueblo de Villaluenga del Rosario siempre tendrás tu Casa!

Jesús Rodríguez Arias


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