EL ALBA SE ASOMA A MI ORACIÓN. «No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan.» (Lectura del día). Hoy le he dado varias vueltas a las Lecturas y también me he fijado en un párrafo del Oficio: «No te acerques; quítate las sandalias de los pies, pues el sitio que pisas es terreno sagrado». Hace tiempo que hice un "Alba" sobre la primera, que os lo repongo: "La gracia de Dios se recibe por la salvación. Y esta salvación viene dada por la conversión. "Conviértete y cree en el evangelio" nos dijeron el miércoles pasado y de muchas formas nos insiste la Palabra, durante la Cuaresma, en la conversión. El Señor nos pide que reconozcamos nuestra identidad de pecadores, y no solamente ni principalmente del pecado de la "carne", sino del pecado que destruye nuestro ser como persona, del pecado existencial, del pecado que destruye nuestra filiación con Dios y con los hombres. ¿Ha querido Dios que nos humillemos despersonalizándonos? No, lo que quieres Dios es que con nuestra humildad nos humanizemos." Aquí, el Señor, nos pide que nos descalcemos para saborear la humildad, para tocar nuestro "humus". El "terreno sagrado" también está en nosotros, por ello necesitamos desprendernos de lo impuro –de nuestro pecado–, para "entrar en nuestra propia tierra santa y habitada por Dios". Danos Señor, capacidad para entender que, reconociendo nuestros pecados, nos hace ser más "ser". Santa María de Caná, ruega por nosotros.
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