martes, 20 de mayo de 2014

"CUADERNOS PERSONALES" DE JUAN PABLO II; POR PABLO GARRIDO SÁNCHEZ.

“CUADERNOS PERSONALES”
              De Juan Pablo ll

Karol Wojtyla había dispuesto en sus últimas voluntades manifestadas a su secretario personal, que lo acompañó durante casi cuarenta años, primero episcopal en  Cracovia y luego como Papa en Roma, Stanislaw Dziwisz, que sus escritos personales fueran quemados después de su muerte. Un extracto de estos escritos da contenido al libro  que vamos a comentar.
        
El valor del mismo está en constituir una fuente directa del pensamiento de Juan Pablo II, cuyo magisterio pontificio tiene una amplitud considerable: encíclicas, exhortaciones, alocuciones y catequesis, discursos, homilías y el conjunto de documentos desarrollados en cada uno de sus ciento cuatro viajes a lo largo de todo el mundo. Este libro, publicado por Planeta, recoge el testimonio escrito de Karol Wojtyla cuando todavía era obispo en Cracovia y después arzobispo. Se extraen  las ideas más sobresalientes de los ejercicios espirituales recibidos desde mil novecientos sesenta y dos hasta dos mil tres.

Karol Wojtyla fue nombrado obispo por Pío XII en julio de mil novecientos cincuenta y ocho, arzobispo por Pablo VI, en el año sesenta y tres, y cardenal en el sesenta y siete.  El dieciséis de octubre de mil novecientos setenta y ocho fue elegido sucesor de Juan Pablo I, que  tuvo un pontificado de treinta y tres días.

Cada pontífice marca un estilo, y Juan Pablo II  fue un gran papa con una importancia decisiva en muchos aspectos, aunque alguna faceta de su actuación fuese mejorable. Pensemos por un momento que la situación insostenible que obligó a renunciar a Benedicto XVI se venía gestando en el pontificado de Juan Pablo II. Un grupo de clérigos conocedores de los entresijos vaticanos, encabezado por el cardenal Marinelli, escribieron un libro explosivo,”El Vaticano contra Dios” (1999), declarando las anomalías internas de la propia Curia Romana, y llamando la atención  sobre la falta de supervisión de Juan Pablo II sobre la misma. Todo ello no oscurece lo más mínimo la santidad de Juan Pablo II, si entendemos bien que la santidad es un don que DIOS otorga con la consiguiente correspondencia personal, pero que la imperfección humana no desaparece.
        
Las personas son santificadas por el único santo que es DIOS mismo, y de esta forma pueden ser modelos asequibles que nos  muevan a los demás a depender cada vez más del amor misericordioso de DIOS. Aunque me extienda un poco en estas consideraciones, me parece muy importante tomar nota del colosal liderazgo ejercido por Juan Pablo II, pero no se dio una relación directa entre la magnitud de su liderazgo y el impacto evangelizador.

Pensemos que en los últimos años las deserciones  de católicos a otras confesiones  cristianas o a la vía muerta del agnosticismo es alarmante en los países europeos, incluso en la patria misma  de Juan Pablo II. En más de una ocasión, cuando los  concentrados y entusiasmados gritaban de forma elogiosa hacia su persona, él lo refería a CRISTO, pues sabía de lo efímero  de ese tipo de manifestaciones. Este gran Papa puso todo su empeño en evangelizar y llevar, mientras sus fuerzas se lo permitieron, una palabra  ungida a lo más recóndito.

Pero volvamos al libro que nos ocupa. Recoge  apuntes de un buen número de ejercicios espirituales, aunque no están todos registrados. El libro repite de forma innecesaria, en mi opinión, la  estructura u orden del día de las jornadas de ejercicios. Con la mitad de páginas se hubiera logrado el mismo efecto de trasmisión del mensaje. Teniendo en cuenta  estas breves consideraciones,  el contenido es altamente  aprovechable. A medida que  lo vamos  leyendo fácilmente  pensamos en componer  un breve repertorio con las frases o conclusiones señaladas.
        
Estamos  ante  un documento que nos muestra la arquitectura espiritual y teológica de Juan Pablo II con el valor  derivado de la brevedad y síntesis de las formulaciones. Además tiene el valor de mantener una continuidad  de cuarenta años, lo que nos da una perspectiva de la evolución de distintas vertientes de su mundo interior. En esta obra nos asomamos por fuente directa a las convicciones más íntimas de Juan Pablo II, que se plasmaron de muchas maneras  en otros documentos de carácter oficial y en acciones  propias  de su cargo como pastor de la Iglesia Católica.

LOS CUADERNOS

Al comienzo de  esta selección de escritos personales, el que había sido secretario de San Juan Pablo II, Stanislaw Dziwisz , recoge  una experiencia religiosa de máximo rango que tiene por contenido la constatación de la unidad de todas las cosas en CRISTO; “a las visiones interiores me di cuenta que todas  las visiones están presidas por un solo Espíritu y que este es el Espíritu de CRISTO.  Experimenté con gran claridad esta unidad en la diversidad, no una  diversidad en unidades separadas, sino  una unidad de contenido”.   Una experiencia personal de este tenor acredita al que  está en el camino de la santidad, pues el santo es entre otras cosas, aquel que está enraizado  en la realidad misma que es DIOS, y mantiene esta consciencia.

Karol Wojtyla, a lo largo de  cuatro décadas manifiesta una preocupación  por todos aquellos temas doctrinales que forman  parte del conjunto de  la enseñanza de la Iglesia. Son numerosos los apuntes  que se encuadran  dentro de la cristología, o del tratado sobre la Trinidad; las reflexiones sobre la Virgen sobresalen  de forma notable, así mismo  su visión del sacerdocio y de la naturaleza misma de la Iglesia. En estos cuadernos  no se van a encontrar desarrollos doctrinales, pero  tienen la gran ventaja de aportar síntesis  muy lúcidas sobre  los temas  más  importantes.  

A la vista  de estos escritos  se puede decir que  San Juan Pablo II logró poner  toda su persona  a disposición  de un pensamiento católico, entregado éste por entero  al servicio de Jesucristo y su  Evangelio. En estos cuadernos no aparecen dudas, divagaciones o perplejidades, y todo  afirma  un recio carácter, ascético y determinadamente orientado. Sabemos que su vida fue una verdadera carrera de obstáculos, que cubrió con agilidad, inteligencia y  Gracia de  Dios. Karol Wojtyla ha sido una gran síntesis de Fe y vida.  Con todo, volvamos a algunos temas que en sus cuadernos se apuntan y son de gran importancia.

 La  justificación

“El hombre no puede ser justo ante DIOS por sí mismo, ante ÉL  sólo puede ser justificado. El hombre nunca puede encontrarse frente a DIOS en una posición de justicia. El hombre como criatura es dependiente y está supeditado a DIOS, y es DIOS quien viene  al encuentro por Gracia con el hombre”.  “La justificación nos viene por medio de CRISTO que entabla  la relación  y encuentro  del hombre  con el PADRE”. En el momento de estos pensamientos, Karol Wojtyla era obispo de Cracovia, y  no cabe duda que en el principio cristiano de la justificación por la Fe se  apoyaba  aquel: “no tengáis miedo, abrid  las puertas a CRISTO”, al comienzo de su pontificado como Pastor de toda la Iglesia.    Esta expresión  fue  una verdadera actualización del “kerygma”, es decir, del anuncio de JESÚS  como Salvador cargado de eficacia y amor  misericordioso. Juan Pablo II no dejó de hacer  oír  este gran anuncio, pero en algunos momentos se pudo perder en exposiciones  más  áridas y trabadas, aunque  no desprovistas de contenido.

Obispos y sacerdotes

Recuerda que el obispo debe actuar conjugando la caridad y la verdad para  no caer en el autoritarismo propio de los jefes  del mundo, a los que el propio JESÚS se refiere. No obstante  encarece a la obediencia a los sacerdotes que  ostentan el gran privilegio de actuar de mediadores con CRISTO  entre DIOS  y los hombres.   

Es profundamente significativa la vinculación que establece San Juan Pablo II entre  el sacerdote y la Eucaristía. Más tarde esa convicción se plasmará  en diversos documentos, y muy especialmente  en las cartas enviadas  a los sacerdotes con motivo del Jueves Santo. Tiene expresiones que podríamos  denominar enfáticas con respecto a la santidad del sacerdote, haciendo depender de este aspecto la eficacia de su tarea ministerial.  Con no menos insistencia hace hincapié en el celibato sacerdotal, aunque pone de relieve el hecho de los sacerdotes casados en la Iglesia Católica de Rito Oriental.

 Llevó muy mal, Juan Pablo II, la secularización de los sacerdotes, e incurrió en intransigencias que llevaron a no pocos sacerdotes a prescindir de la solicitud de la dispensa del celibato y acceder al matrimonio civil. Juan Pablo II consideraba, como lo manifestó en alguna ocasión, que la Iglesia tiene el derecho de determinar el tipo de sacerdote que  quiere. Esa  afirmación así de tajante es más que cuestionable. Existe una regla de oro que dice así: La Iglesia no puede poner más cargas que las dispuestas  por el Evangelio; y sobre este asunto bien sabemos que JESÚS  admitió en su compañía a hombres casados, a los que nombró apóstoles; y posteriormente  mantuvieron esa misma condición haciéndose acompañar de sus propias esposas (Cf. 1Cor 9, 5; 1Tm 3,1-4) .
        
A lo largo  de estos  “Cuadernos personales”, Juan Pablo II, abunda  sobre  las excelencias del celibato, que las tiene  para el que ha recibido el don, señalando  a CRISTO  como el modelo que  fue célibe por el Reino de los Cielos; pero no sigue la otra línea de fundamentación teológica que podría dar pie a sacerdotes casados, dentro de la Iglesia Católica, que se fijaría  en la condición de CRISTO  como el Novio que se desposa con toda la humanidad y con la Iglesia en especial, y en correspondencia con esta nupcialidad el matrimonio de un hombre y una mujer  es un signo tangible (Cf. Ef 5,    32).

Esta laguna en el quehacer de Juan Pablo II no menoscaba  su santidad, pues  el santo lo es porque DIOS lo santifica, principalmente.  La trayectoria personal de Juan Pablo II aparece como irreprochable, pero dicho eso hemos de tener en cuenta que JESÚS dejó muy claro no todos pueden con el celibato y podría constituir una trampa, como recuerda San Pablo (Cf. 1Cor 7, ).   Muchas tragedias personales se habrían evitado dentro del clero si se hubiera conservado la tradición original de mantener la diversidad de carismas en este asunto. Hay una historia  oculta, de gran dolor y sufrimiento por culpa de una santidad mal entendida y de perfeccionismos ajenos a una verdadera espiritualidad  evangélica.

Redención y vuelta al PADRE

La vuelta del hombre a DIOS por medio de Cristo es relacionada por Juan Pablo II, al hecho mismo de la vocación  como designio eterno de DIOS sobre todos y cada uno. Esta mirada a la trascendencia es permanente  en todos los escritos y notas  de esta obra, dando a todo el conjunto una profunda coherencia.  El concepto goza en todo momento de una cualidad especial que le otorga la  capacidad de participación, es decir,  nos encontramos  ante  un espíritu, el de Juan Pablo II, que ha realizado una síntesis de Fe ajustada a  las verdades  más profundas y dentro del cuerpo doctrinal de la Iglesia Católica, aportando, a su vez, un testimonio de gran peso específico.

En estas líneas, Juan Pablo II se hace testigo de lo que dice y afirma, sin pretender por ello agotar  todo el campo  que las propias verdades ofrecen. Esta mirada de llamada de DIOS y respuesta del hombre abarca todo el tiempo y la eternidad, por lo que  se consigue claridad, síntesis y precisión  en los conceptos.     

En todos estos escritos no vamos a encontrar ni desahogos personales, ni sentimientos  manifestados; Juan Pablo II mantiene el discurrir de sus apreciaciones espirituales  dentro de los parámetros de una teología doctrinal hecha carne en él.    Para muchas personas este modo de afrontar la experiencia  personal es altamente valioso, por lo que estas páginas pueden resultar de mucho provecho para quien busque seguridad y fundamento en su Fe. 

A lo largo de los años, Juan Pablo II, va profundizando  en su propia vocación, que en la etapa de obispo la reconoce  ejercida en la doble faceta de maestro y pastor. Considera su vida en una unidad que abarca este tiempo y la eternidad, y en ella se ha de desenvolver su propia vocación.

La adoración eucarística

En todas las tandas de ejercicios, la celebración de la  santa Misa y  la adoración  al Santísimo Sacramento  están presentes.  En algún momento  reflexiona sobre los nuevos  enfoques teológicos de la Presencia del SEÑOR, que  añaden al concepto de transubstanciación, el de transfinalización y el de transignificación. Estos dos últimos  no satisfacen el pensamiento de Juan Pablo II. 
 
Los conceptos  sobre la cuestión eucarística exigen sus matizaciones, pero Juan Pablo II no es ajeno a esa perspectiva cósmica que ofrece Teilhard de Chardin sobre la Eucaristía que recoge en estos apuntes espirituales.

Tiene su importancia este último detalle, pues este venerable jesuita  fue reprobado por Pío XII y sus escritos  sufrieron la más cerrada censura, salvándose providencialmente. La centralidad de la Eucaristía en la vida y ministerio de Juan Pablo II es una constante y la dependencia del ministerio  sacerdotal de  este don singular.

Intuiciones

Con este apartado genérico podemos compendiar algunos apuntes que versan sobre la realidad de DIOS en sí mismo. Juan Pablo II, nos  sugiere que  DIOS  es el bien en sí, más allá de  los bienes que podamos esperar de ÉL o de los que le podamos atribuir. Aquí nos llegan  las resonancias de su formación tomista perfectamente asumible en ese marco personalista que fue manifestando a lo largo de todos sus escritos. Sobre DIOS se han abierto a lo largo de los siglos distintas vías  que parten  de la Verdad, el Bien o la  Belleza de DIOS, este último atributo tiene un representante notable  en los  últimos tiempos  en la persona de Hans Urs von Balthasar.

A la luz  de los escritos de Santa Isabel de la Trinidad,  reflexiona Juan Pablo II sobre la acción del ESPÍRITU SANTO y la manera de interactuar de las tres personas divinas en una perfecta unidad (pericoresis). De esta familiaridad  trinitaria nacerán tres encíclicas, Redemptor hominis (El Redentor del hombre), Dives in misericordia (Rico en misericordia) y Dominum et vivificantem( Señor y Dador de vida). Sobre el ESPÍRITU SANTO recaerá la función santificadora de la Iglesia y de toda la humanidad haciendo depender de ÉL toda clase de dones celestiales, ministerios y carismas.

Se observa a lo largo de estos escritos, que Juan Pablo II declara  un déficit de autoridad dentro de la Iglesia. El ejercicio de la autoridad unido  al ministerio episcopal, y de forma  especial a su designio como Papa.  Junto con el ejercicio de la autoridad considera imprescindible  la vocación de servicio por amor  al SEÑOR  y a los hermanos.
         Dos pilares fundamentales en el ejercicio de su autoridad y amor a  la verdad fueron: el Código de Derecho Canónico, de 1983; y el Catecismo de la Iglesia Católica, de 1992. Los requerimientos a determinados teólogos de la Teología de la liberación, y la retirada de la licencia para enseñar en el nombre de la Iglesia a teólogos como Hans Küng, dan muestra de la firmeza de sus  convicciones. No obstante  no llegó a aplicar  la misma medida de autoridad con situaciones y personas dentro de la propia Curia Vaticana, cosa que derivó en la situación límite que obligó a renunciar a  su sucesor, Benedicto XVI.

Los santos no son perfectos, aunque  practiquen determinadas virtudes en grado heroico y merezcan un reconocimiento especial dentro del culto de la Iglesia Católica.

Los santos tampoco  aciertan en todas sus actuaciones,  pensamientos o expresiones. Consideremos por un momento lo que santo Tomás de Aquino decía sobre las mujeres; o  la rectificación  posterior de  san Bernardo a la predicación de la Segunda Cruzada.  Es preciso  acotar  estas cuestiones y considerar que  el santo  lo es porque DIOS  lo santifica. 


 Juan Pablo II, fue  una persona que llamaba la atención por muchas cualidades, pero  una vertiente  muy visible era su condición  orante. Llamaba la atención su capacidad de abstracción  y recogimiento en medio  de las circunstancias  que fuesen.  Al disponerse en oración, siendo visto por  los demás, todos  percibían que entraba  en un  nivel interior distinto y se estaba produciendo  una verdadera  comunicación  con DIOS.

A lo largo de estos  escritos, Juan Pablo II, resalta  la necesidad de los tiempos propios y específicos  de la oración, y extrae síntesis  de  un buen número de textos, principalmente  de los evangelios.  De gran importancia son las apreciaciones sobre el Padrenuestro.

La vertiente mariana de Juan Pablo II fue un testimonio constante.  Nos ofrece una versión renovada de “La verdadera devoción”, de Luis María Grignion de Montfort.  Predilección por los santuarios marianos, consagración del mundo a la Santísima Virgen, acción de gracias en Fátima  por la  protección de  la Virgen de su atentado mortal, o la propia  entrega  de su tarea  como sucesor de Pedro en aquel “Totus tuus”.

PARA TERMINAR

Es un libro, “Cuadernos personales”, que merece ser leído de modo  meditativo. En algunos casos las  expresiones son verdaderos apotegmas, que interiorizados pueden despertar  un gran abanico de ideas asociadas, de confirmación de los propios pensamientos o el descubrimiento  de una fuente de luz interior.  Este libro es un buen instrumento para seguir en la tarea de extender  el Evangelio de JESÚS de Nazaret. Desde el cielo, Juan Pablo II nos sigue bendiciendo. 

Pablo Garrido Sánchez




No hay comentarios:

Publicar un comentario