Villaluenga del Rosario
La verdad es que no me puedo acostumbrar, aunque lo quisiera, a ver un pequeño pueblo tan precioso rodeado de montañas, cobijadas por ellas diría yo, con nubes que adquieren diversos colores y tonalidades que parecen sacadas de una paleta de un viejo y afamado pintor cuando recrea esa imagen imposible en un desgastado lienzo.
No me puedo, no me debo, acostumbrar a tanta belleza porque, en definitiva, la belleza como máxima expresión de todos los sentidos es imposible de abarcarla con los limitados instrumentos de que disponemos: La vista, el oído y el olfato... Mis ojos no pueden alcanzar ese nivel de belleza, ese nivel de perfección absoluta. Lo mismo observo, hasta extasiarme, un cielo turquesa que tirando a anaranjado con fugaces líneas moradas. Es un arco iris al alcance de la vista de todos los que sepan apreciar, en su verdadera dimensión, que puede existir un cielo en medio del cielo.
Cuando el viento sopla lo hace fuertemente aunque suene a levedad y se convierta en agradable al oído que escucha pacientemente.
Las nubes blanquecinas pasan a buen ritmo por detrás de las montañas. Nubes blancas y grises en el que el azul aparece tímidamente, como si no quisiera molestar, el sol brilla e inunda la amalgama de colores que en un momento aparece hasta llegar a desaparecer.
Existe un lugar donde vivir en él es hacerlo en un pedacito de cielo aquí en la Tierra que nos alumbra todos los días: Villaluenga del Rosario.
Tengo cuarenta y cuatro años, los cumplí y los celebré aquí, y jamás he dormido tan profunda y tan tranquilamente como en este bendito lugar.
Aquí se puede llevar una vida espiritual, llena de trascendencia, de saberse cerca de Dios porque estamos rodeados de Su Inmensa Obra Creadora. No todos están preparados para escuchar el silencio porque en el silencio se oyen los latidos de nuestra propia conciencia y eso a veces puede no resultar muy agradable.
Siempre digo que es un privilegio el rezar y escuchar a Jesús en el Sagrario de nuestra coqueta y preciosa Iglesia de San Miguel.
Hoy me he levantado a las nueve de la mañana, he dormido muy bien y hasta me he sentido un dichoso holgazán acostumbrado como estoy a levantarme todos los días a las seis de la mañana. Me ha recibido una casa caldeada de buen calor de la chimenea ardiente que había preparado mi mujer pues ella se había levantado media hora antes que yo. Enseguida, en pijama todavía, he abierto la puerta que da a la inmensidad de la Sierra y me he girado a mi derecha para ver, y captar, la imagen que preside este post.
El día se presentaba frío, muy nuboso, con intervalos de lluvia y el viento caminaba a lo largo y ancho de las calles. En medio de las nubes se podía observar la torre de la Iglesia del Salvador que acoge al cementerio más romántico y bonito que existe en España.
Desde el principio he acogido en mi alma que el día iba a ser vivido desde la intimidad que da un buen sillón frente a la chimenea que está bien provista de los buenos troncos que nos ha suministrado nuestro buen y querido amigo Mateo.
Después de desayunar en "Los Caños" nos hemos ido, a pesar de la inclemencia que anunciaba el tiempo, a dar un paseo por la carretera hasta entrar por el camino de los arbolitos, donde hemos presenciado la laboriosidad de Antonio y su hijo con su ganado de ovejas, y nos hemos encaminado hacia nuestra casa pasando por la calle Real, Mártires hasta bajar la calle del Agua para llegar a nuestra pequeña "casita de papel" como diría la recordada "Orquesta Topolino".
Mañana de chimenea en la chimenea donde he actualizado el blog, he podido escribir dos posts, donde he hablado con un gran amigo por teléfono donde hemos compartido tantas cosas..., mañana de lectura, buena conversación, de ver y observar a través de la ventana como, sin detenerse, siguen pasando las nubes al compás del viento reinante.
Mañana que hemos conversado con Charo Oliva, nuestra querida y buena amiga, con Ana González Moscoso, mañana de "canijo" y "feíta" que ahora resulta que se llama "Rufina", mañana de compartir y vivir la única y gran experiencia que es deleitarme en lo que es, como siente y como lo siento cuando mi corazón, cuerpo y alma coinciden en Villaluenga del Rosario.
Recibe, mi buen hermano, un fuerte abrazo y que Dios te bendiga.
Jesús Rodríguez Arias

Tus líneas reflejan el gran amor que tienes por Villaluenga del Rosario! Además de eso, haces sentirnos a los que te leemos desde el otro lado del mundo, muy cerca a este hermoso poblado! No dudo que las fotos se quedan cortas! Que Dios te permita siempre verte muy sorprendido por su belleza creadora!
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