Hoy después de siete días para no recordar por los padecimientos sufridos en mi última crisis digestiva, hoy, después de un frugal desayuno, me he atrevido a dar un paseo por las calles de Jerez. Hetepheres me dijo que todavía estaba muy cansado para hacerlo, pero le dije que tenía que enfrentarme a mi propio agotamiento, poner el coraje suficiente para intentar restablecerme. El cansancio y el agotamiento son dos cosas que ya tenía aunque tenía que mirar la situación con el optimismo necesario y "plantarle" cara.
Le dije que me dejara en el Parque González Hontoria y le prometí que si me sentía muy agotado la llamaría para que me recogiese. Se lo prometí aunque yo sabía que no lo iba hacer por más que me costase dar el paso.
Desde que me bajé del coche y empecé el paseo me encomendé al Señor, ofrecí el sufrimiento que pudiera padecer por las intenciones que tenía en mente, algunas son permanentes y otras circunstanciales, y entre oraciones y meditaciones eché el paso adelante. Os puedo decir que fue realmente duro, casi insufribles los primeros veinte minutos donde un cansancio atroz acompañado de un sudor frío que me empapaba eran mis fieles compañeros de este corto,y maltrecho, viaje.
Rezando, rezando terminé la Avenida y me encontré de sopetón con el Convento de los Dominicos, crucé la calle y caminé a un ritmo aceptable por la Calle Larga, la Plaza de Abastos y callejeando me encaminé a la Plaza de las Angustias.
Me dije que bien te viene hoy el nombre porque angustia en lo que sentía ante un cansancio, cada vez, más pronunciado y un calor sofocante aunque no hiciera tanto en esta mañana de septiembre.
Hice todo el camino rezando. Me lo dijo hace mucho tiempo un sacerdote y lo puedo asegurar por experiencia propia: La oración, el rezar crea adicción. Cuando se reza más se necesita rezar porque así estamos más cerca de nuestro Padre del Cielo, se crea una cadena, una conexión entre Él y nosotros, un hilo directo que hace que esos minutos, horas que estamos orando estemos cogidos de Su Mano.
El paseo no terminaba ahí, pero necesitaba de llegar al único oasis que da frescura, tranquilidad, mesura, descanso, plenitud. Torpemente entré en la Iglesia de las Esclavas donde me estaba esperando mi mejor amigo y único hermano, mi Maestro, Consejero, Mi todo: Dios. En esta Iglesia Jesús Sacramentado está en adoración permanente y allí me senté, resarcida mi alma ante la Luz que brillaba como solo Él puede hacerlo ante la penumbra tranquilizadora que nos rodeaba. Allí frente al Señor recé, hablé, escuché, sentí y fui reconfortado de tal manera que ya no sentía ni cansancio, ni dolor, sino una plenitud inmensa. Mi corazón y todo mi ser anhelaba encontrarse con el Señor, necesitaba beber de esa Fuente de Agua Fresca que da la Vida más allá de la vida, necesitaba acogerme, derribarme en Sus Brazos para calmar mis sufrimientos, mis padecimientos, necesitaba del remanso de paz, de amor, de vida que solo puede darnos Dios.
Salí de la Iglesia como nuevo, ya no sentía calor ni cansancio, me sentía que Su Luz se había instalado en mi cuerpo para hacerme llegar a casa, para enfrentarme a mi enfermedad, para testimoniar lo que siento cuando estoy con Él, para evangelizar y llevar a otros hermanos que no lo conocen la auténtica felicidad que Él significa y que nos da a raudales.
No os puedo negar que cuando llegué a casa no estaba cansado, pero mi ánimo había cambiado, ya no era esa persona hastiada por la enfermedad y por las limitaciones que ésta impone. No, era un hombre optimista que se sentía con fuerzas para levantar el vuelo, sobreponerse a esta nueva crisis, a no dejarse vencer por el cansancio y ponerse manos a la obra en el camino de evangelización que tiene encomendado.
Sí, os lo puedo decir a ciencia cierta que Dios es un remanso de paz.
Buenas noches y que Dios os bendiga.
Jesús Rodríguez Arias
Gracias, Jesús, por haber vencido cualquier reparo y contarnos tu particular relación con con Dios, y por el ánimo que transmiten tus palabras.
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