sábado, 16 de junio de 2018

COMANDO ORTOGRÁFICO; POR ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ



La profesora, aunque de Lengua castellana, se llama Chiara Scarabattieri. El suyo parece lo que en literatura se dice un "nombre parlante". Porque Chiara ya avisa la luz y Scarabattieri suena a Scaramouche, que trae también a la memoria la Pimpinela Escarlata. Quizá piensen que me arrastra el entusiasmo por mi compañera de trabajo, y sería natural, pero este entusiasmo es por una actividad que ella ha organizado.
Durante el curso, ha lanzado a su clase a localizar las faltas de ortografía de las pintadas de Puerto Real. El objetivo de la integración en el medio social, más cumplido imposible. Eso ha despertado en los alumnos un interés muy grande por las reglas que los grafiteros emborronaban, mientras que, además, les abría los ojos para la estropiciada estética del paisaje urbano.
Luego, han ido colgando en las redes sociales las fotos de las pintadas con faltas junto a la regla pisoteada. La actividad resultaba -tal vez de forma inconsciente pero irremediable- contrarrevolucionaria, con perdón. Osaban suponer que hay cosas bien y cosas mal, aunque sólo sea en principio bien o mal escritas. Ellos se llaman "Los correctores", encima, haciendo gala de una sólida intolerancia… ortográfica. Nietzsche observó que hasta que no nos librásemos de la gramática no nos libraríamos de Dios. (Frase que aumentó mi devoción por la gramática.) La ortografía es un poco menos, pero, mientras la sostengamos, no será desterrada del todo la ortodoxia.
El fin de fiesta fue ayer. La profesora, con todos los papeles en regla -faltaría más- y permiso de la policía y del Ayuntamiento de Podemos de Puerto Real, que apuesta por la educación con todas sus fuerzas, apoyando esta actividad y, además, con la creación de un aula de apoyo a los alumnos expulsados, que quiero agradecer. Pero decía que la profesora y sus alumnos se han lanzado a corregir, con espray y pintura, los errores de los grafitis de los muros del pueblo.
La lección no ha podido resultar más redonda. Porque ha quedado demostrado que, como dijo Chesterton, "defender cualquiera de las virtudes cardinales posee hoy toda la hilaridad de un vicio". ¡Y hasta defender la ortografía! Siendo buenos y escrupulosos de la corrección, podían echarle el espray por todo lo alto a los malotes. Por si eso fuera poco, también habrán aprendido que el estudio y la sabiduría no se encierran en las aulas: son, siempre, una llamada a la acción.

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