viernes, 3 de noviembre de 2017

EL QUIEBRO Y LA ROSA; POR ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ




No tenemos ningún indicio de que Pedro Sánchez disponga de un especial sentido del humor, pero, a poco que lo tenga, tiene que estar partiéndose el bazo. Su situación es un gag. Sube como la espuma en las encuestas… por apoyar al Partido Popular frente a los nacionalistas, dando la espalda a Podemos y el esquinazo a las críticas internas con el único peaje de algún leve matiz y algún pequeño mohín.

La paradoja es de libro. Sánchez fue defenestrado por su partido por querer hacer (pactar con los nacionalistas y Podemos) lo que no está haciendo. Más aún, volvió a las primarias prometiendo hacer lo que no le habían dejado hacer. Y derrotó clamorosamente a Susana Díaz, que quería hacer lo que sí está haciendo. Para rematar la jugada, hace lo que le decían las viejas glorias que tanto desdeñó (Felipe González, Alfonso Guerra, José Luis Corcuera), y al hacerlo está levantando las expectativas de votos a punta pala. No sé cómo andará su relación con Susana Díaz, pero bien podría llamarla para decirle: "Oye, Susana, que sí, que tu idea (ja, ja, ja) de apoyar al Estado y la Constitución, aunque hubiese que pasar por sostener a Mariano, era fetén…" A Alfonso Guerra le podría decir: "Qué bueno, el 155, tío". 

Alguno pensará que para reírse de la paradoja no basta con tener sentido del humor, sino también unas gotas de ácido cínico. Diría que no. Es maravilloso tener la humildad de aceptar que uno andaba equivocado desde la posición de privilegio de que nos vaya bastante bien por haber hecho el quiebro justo a tiempo. Deben de entrar ganas de recitar a Rilke: "Rosa, oh contradicción pura, alegría". A todos nos ha pasado que hemos tenido que dar la razón a nuestros críticos, y qué placer poder darla desde el aprovechamiento de la lección aprendida, por propia voluntad o a la fuerza, a tiempo.

Lo mejor es que ni siquiera el votante socialista que en primarias votó por Pedro Sánchez con su eslogan de "No es no", sus guiños a las nacionalidades, sus hipotecas, sus complejos y su preferencia de pacto con Podemos, ni siquiera ése, parece estar molesto con el zig-zag. Ha comprendido sus razones. Quizá no sea Pedro Sánchez el único que pueda -si tiene, ya digo, sentido del humor- reírse de su sombra. En cualquier caso, es una risa (la revolución de las risas) noble y justa, que ha acabado defendiendo el Estado de Derecho y la nación de todos y el Código Penal. Yo me río con ellos.

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