Han pasado 800años desde la llegada de los frailes a Oriente Medio y desde los inicios de esta aventura han cambiado muchas cosas. Sin embargo, no han cambiado el compromiso y la dedicación con los que, desde hace 800años, los frailes custodian los santos lugares y trabajan a favor de la población local. Por eso, para entender lo que es la Custodia de Tierra Santa actualmente, hay que partir de ellos y de sus historias: vienen de todo el mundo, de países muy diferentes y cada uno de ellos tiene una misión específica
Fray Clovis Luis Bettinelli, originario del sur de Brasil, de la ciudad de Vanini, es un joven de veintinueve años lleno de entusiasmo y de energía que vive en Tierra Santa desde hace casi 9 años. Se le puede encontrar en el Santo Sepulcro o en otras peregrinaciones de los franciscanos de Tierra Santa, mientras presta servicio en el coro de la Custodia. Hará su profesión solemne el 7 de octubre.
¿Por qué te hiciste fraile? ¿Cuál ha sido tu recorrido hasta llegar a Tierra Santa?
Tuve una vocación muy temprana: ya en miniñez decía que quería ser cura. Esto provocaba risa a mis padres, pero estaba seriamente motivado, principalmente por mis abuelos. Al alcanzar una edad más avanzada, veía en el sacerdote una figura en la que encontraba inspiración. Entré en el seminario a los 13 años, en mi diócesis. Durante el periodo en el seminario, conocí a un fraile capuchino y despertó mi curiosidad por la vida franciscana.
Después de cinco años, salí para realizar una experiencia fuera, para poder trabajar y experimentar algo más “normal”. Así, trabajé en el ámbito metalúrgico, en farmacia y después en asistencia social. Pero seguía teniendo el deseo de ser sacerdote.
Un día, en una reunión de pastoral en el noviciado de la provincia de San Francisco al sur de Brasil, mi director espiritual se reunió con el animador vocacional. A partir de ahí, se me abrió la posibilidad de un viaje Tierra Santa. No lo tenía previsto en absoluto, no sabía ni siquiera qué había frailes en Tierra Santa, no sabía nada. Al poco tiempo, empecé a hablar con el padre Bruno, que entonces era el animador vocacional de la Custodia. Poco a poco, gracias a su ayuda y a las conversaciones que tuvimos, fue creciendo en mí un deseo mayor de ser fraile en Tierra Santa.
Para nosotros era realmente algo inalcanzable: éramos una familia humilde de un pueblo muy pequeño. Hasta agosto de 2009 no partí hacia Argentina, donde viví la experiencia en un comisariado de Tierra Santa con otros jóvenes, y después fuimos a Italia para nuestra formación.
¿Cómo fue el itinerario de formación hasta ahora?
La formación inicial y la llegada a Tierra Santa fueron etapas difíciles, porque la nuestra es una fraternidad internacional. Un joven que quiera ser fraile en Brasil entra en un convento en Brasil, encuentra una comunidad de hermanos en la que conoce el idioma, entiende la cultura, la comida, se divierte de la misma forma, ríe con las mismas bromas, se enfada con las mismas palabras. Cuando entras en la Custodia de Tierra Santa, sin embargo, debes enfrentarte a un choque cultural inmediato, porque tienes que vivir 24 horas en un convento con personas de países diferentes, frailes procedentes de América Latina, Europa, Asia, África…
Este periodo fue muy difícil pero, con la mirada siempreenfocada en Tierra Santa, se entendía mejor la necesidad de abrirse a una comunidad internacional, para aprender idiomas, sus culturas, y poder después acoger a otras personas procedentes de todo el mundo. Después del recorrido, decidí aprender hebreo, porque creo que la Custodia necesita mucho abrirse al mundo judío. No porque sea beneficioso, sino porque hablar la lengua hebrea puede ayudar a integrarse mejor en el país. Ahora estoy en San Salvador para estudiar teología. En octubre haré mi profesión solemne.
¿Cuál es tu misión en Tierra Santa?
Creo que mi misión aquí está directamente vinculada a la misión de la Iglesia. Nosotros los frailes, con nuestra presencia aquí durante 800 años, siempre nos hemos ocupado decustodiarlos santos lugares, de celebrar en los santos lugares, de acoger a los peregrinos y permanecer con las “piedras vivas”. Yo me siento muy apegado a la acogida de los peregrinos. Me interesa y me gusta mucho aprender idiomas, porque eso crea nuevas relaciones y te abre la mente para entender nuevas culturas. Es muy importante para poder cumplir mejor la misión que la Iglesia nos encomienda en Tierra Santa. Trato con peregrinos brasileños, italianos, españoles, y hablo cinco idiomas.
También tengo la misión temporal de cantar en el coro de los frailes que animan las liturgias en los santos lugares. Cada uno disfruta de sus propias capacidades durante la formación. Yo estoy ligado a la música y por eso ayudo en el Santo Sepulcro, en las celebraciones y en otras peregrinaciones de los frailes.
¿Cómo se combina tu misión con ser franciscano?
La misión en Tierra Santa es la misión franciscana por excelencia porque el mismo Francisco, ya en 1217, fundó la provincia de ultramar con la pretensión de que los frailes estuvieran presentes en esta tierra. Después, él mismo vino con los cruzados, vivió esta experiencia que ningún cruzado y ningún poderoso había logrado antes: reunirse con el sultán y conseguir permiso para visitar los Santos Lugares. Esta es un poco la misión de todos los frailes en el mundo, porque es la perla de las misiones de la orden. Está genéticamente dentro de la misión franciscana de todos, incluyendo mi Brasil.
¿Qué anima diariamente tu misión y tu vida espiritual?
En este momento, lo que rige mi vida diaria es el estudio, junto con la oración y la vida fraternal. Es el triángulo de nuestra vida cotidiana. Por la mañana nos levantamos temprano (a las 5:55) para estar en el coro a las 6:15. Después oración y estudio personal por la tarde.
¿Vivir en Tierra Santa ha cambiado tu relación con la religión?
El cambio ha sido un poco arduo porque debemos despojarnos de todo lo que consideramos verdad, conocimiento. Cuando vienes de un pueblo pequeño como el mío, estás acostumbrado a una pequeña iglesia con su párroco, su comunidad pequeña. Cuando sales de ese mundo, debes comprender que la Iglesia universal es mucho más grande que todo lo que conoces. Tienes que hacer el esfuerzo de salir de ti mismo, y es un esfuerzo verdaderamente agotador, pero muy satisfactorio, cuando recoges los frutos del trabajo. Cuando consigues salir de ti mismo, tener relaciones más amplias con otras personas es muy bonito. Esta experiencia ha creado en mí la apertura necesaria para poder ejercer mejor en esta misión.
¿Cuáles son las mayores riquezas y los mayores obstáculos en tu vida como fraile?
Las riquezas de la vida aquí son poder estar en el centro de la vida cristiana del mundo, donde hay un flujo de peregrinos que llegan de todo el mundo y la posibilidad de conocerlos en los santuarios. Después, está el hecho de vivir la vida franciscana en un contexto internacional, donde tienes contacto directo con los representantes de la orden de todo el mundo. Los frailes vienen, quieren conocer, sentir los santos lugares, ver nuestra misión aquí y quizá después incluso venir a vivir con nosotros. Por eso, es una experiencia de orden no provincial, sino universal, justo como la quería Francisco.
También es una riqueza poder conocer la realidad del pueblo árabe, de los cristianos que vienen a la tierra de Jesús, otras lenguas, personas, culturas y la religión de Jesucristo. Son todo ventajas incalculables que no podría tener en ningún otro sitio.
Un obstáculo muy grande es el problema del conflicto que existe entre estos dos mundos que viven juntos. Es un obstáculo porque siempre debes estar atento al acercarte a las diferentes culturas. Hace falta estar muy atento para no ponerse de parte de unos ni de otros, pero al mismo tiempo es necesario aspirar a servir de apoyo y ayuda para ambas partes. Convertirse en este puente de unidad es muy difícil, también para nuestros cristianos.
¿Algún mensaje para los jóvenes en discernimiento?
Yo diría que la vocación en Tierra Santa es una vocación en la vocación franciscana. Se necesita tener vocación franciscana y tener vocación por la Tierra Santa. El único modo de saberlo es entrar en contacto con los frailes, hacerles preguntas, resolviendo todas las dudas que puedan surgir. Viniendo aquí se tiene una experiencia directa de esta tierra, esta cultura, esta Iglesia, la Tierra Santa en su totalidad. Yo animaría a todos los que quieren ser frailes en Tierra Santa, porque es una misión preciosa, que llena el corazón con muchos desafíos cada día. Siempre hay algo que hacer, siempre sucede algo, porque estamos en el centro de la Iglesia. Es una vocación que exige que los jóvenes que quieran venir aquí tengan un espíritu radical.
N.S.- B.G.
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