domingo, 1 de mayo de 2016

LA ISLA Y LAS HERMANDADES DEL JUEVES SANTO (XIV.I); POR JOSÉ MARÍA VIEYTES BEIRA



  … Viene del artículo anterior… Es una autentica pena que esta Virgen, extremadamente bella y poco conocida excepto en su barrio y de los que se acercan a su Iglesia expresamente a conocerla y a contemplar sus lindos ojos, que a diferencia de otras dolorosas son claros y expresan aparte de su dolor, la ternera de su mirada. Y por otra parte, tampoco es menor la insatisfacción que produce no poderla visionar bajo un Paso de Palio, aun entendiendo y  respetando, la decisión de sus dirigentes.

Las túnicas de los penitentes con la que procesiona esta Venerable Hermandad son íntegramente de color negro, incluido el capirote y  anudado a la cintura lleva un cordón blanco y no llevan cola ni capas, ni sus hermanos portan cirios a la vieja ultranza, sino unas cruces de madera con el escudo o la insignia de la hermandad. Pero con el paso del tiempo se ha modificado ligeramente su hábito, añadiéndole capas blancas y portando cirios de cera, conservando eso sí, una sección de penitentes llevando las cruces primitivas como señal y en honor a su recuerdo.

La procesión actual también difiere de la primitiva. Entonces era otro estilo, más cerca de las procesiones castellanas que de las andaluzas. La comitiva era relativamente escasa con la comparada a la que lleva en la actualidad en número y manera.

El cortejo no llevaba música. Se iba rezando el Vía Crucis. Y la hermandad en su recorrido establecía los puntos de cada Estación señalado previamente con  una Cruz en el balcón elegido, en el cual, el párroco y director espiritual de la hermandad y a veces algún sacerdote invitado, desarrollaba el contenido de la estación oportuna, invitando a la meditación a los fieles y penitentes.

Para separar los dos aspectos que entonces tenía esta devota procesión, hay que separarla también de la línea divisoria que la separaba de la población. Línea que estaba limitada por la vía del tren y el célebre puente antiguo de la Casería. Límite que separaba la Casería de Ossio  del casco propiamente dicho de la ciudad.

Esta obligada  separación por las condiciones naturales del terreno, hacia en cierto modo  que la procesión discurriera de distinta forma en cada espacio y lugar. No era lo mismo el tramo desde su sede en la parroquia de la Inmaculada hasta el puente de la Casería, ni tampoco  a partir de este en adelante.

Solamente citaré un detalle que avala lo que anteriormente se ha  citado. Y es en el estado en el cual se encontraba en aquellas fechas todo el camino más conocido como -el camino de la Cruz- Camino sin pavimento de tierra pura y a veces mezclada con arena gruesa haciendo arduo y pesado andar por él. Y en el caso de la hermandad constituía aunque sus hermanos no se lo propusieran, una auténtica y sacrificada penitencia.

Otra cosa era el discurrir de la hermandad a partir del puente de la Casería, pisando suelo firme aunque adoquinado de la calle San José y San Antonio y posteriormente, la del barrio del Cristo. Otro lugar singular y emblemático que siempre ha sido y sigue siendo para esta Venerable Hermandad a su paso por la antigua capilla del Santo Cristo, ahora de la Vera-Cruz. .

Actualmente la hermandad ha cambiado considerablemente, pero sin perder su espíritu inicial, su cortejo penitencial se ha transformado consiguiendo formar un compacto grupo de hermanos penitentes que imprimen carácter con sus túnicas, que se han transformado con la incorporación de la capa y la de llevar música tras el Paso del Señor. Paso que actualmente va cargado por una cuadrilla de la asociación de los jóvenes cargadores cofrades de la JCC.

El barrio de la Casería de Ossio al que a mi particularmente me gusta llamarle con cariño ‘el poblado de la Casería’ y la Isla, puede sentirse orgullosos de disponer de una corporación de la características como la que tiene esta Venerable Hermandad por su digna y ejemplar trayectoria permanente desde su fundación y por su meritoria ejemplaridad.

Y por su distancia y aislamiento del centro de la ciudad. Nadie conoce los imponderables, las carencias, no sólo económicas, sino las dificultades de manejar a ese impresionante Cristo del Perdón, que tenemos la suerte de disponer ante las estrechas dimensiones y las alturas del entorno de su Iglesia. Pero aun así, sus hermanos y su pueblo, más lo estiman, lo quieren y lo veneran, pidiéndole: ¡Perdona a tu pueblo Señor, perdónalos…!

José María Vieytes Beira. San Fernando. Artículo publicado en el semanario local Información. Y en el blog SED VALIENTES, por gentileza  de Jesús Rodríguez Arias. 


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