El obispo diocesano, Mons. Rafael Zornoza, hizo público en el día de ayer el nombramiento de Juan Enrique Sánchez Moreno como nuevo Delegado Episcopal de Hermandades y Cofradías, en sustitución de Sebastián Llanes Blanco, que durante más de veinte años, ha prestado con gran generosidad y entrega este servicio a nuestra Iglesia.
El nuevo delegado afirma que afronta el cargo con ilusión y alegría, al tiempo que con temor y responsabilidad. Juan Enrique Sánchez asegura estar convencido del profundo valor evangelizador de las hermandades y cofradías, “contemplando la grandeza del amor de Dios manifestada en la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, en la belleza de María Inmaculada, o en la vida ejemplar de los santos”.
De otro lado, Sánchez Moreno habla del estado en el que se encuentran en estos últimos años las hermandades y cofradías en la Diócesis. “Todos los que hemos acompañado desde la dirección espiritual a las hermandades y cofradías, así como a los consejos locales, somos conscientes de los progresos y retrocesos, de las luces y las sombras, que en estos grupos de creyentes nos encontramos, y que en definitiva, no son más que la convivencia del trigo y la cizaña, que en todos nosotros se da, así como en la Iglesia y en todas sus instituciones, y que continuamente hemos de vigilar, para corregir y superar, por medio de la conversión y de la docilidad a la acción del Espíritu Santo”.
En cuanto a la línea que seguirá la delegación, el sacerdote manifiesta que el movimiento cofrade diocesano, debe seguir trabajando por vivir su vocación genuina de dar culto a Dios “en espíritu y verdad, como Cristo nos enseña; así como de anunciar a todos con valentía y generosidad la riqueza del Evangelio, siempre desde el seno de nuestra madre la Iglesia”.
Por último, el nuevo Delegado Episcopal de Hermandades y Cofradías muestra su preocupación por la vivencia de la religiosidad popular sin tener a Dios en cuenta. “Me preocupa especialmente un peligro, que últimamente se agudiza de forma especial, en los más jóvenes, y es la vivencia de la religiosidad popular como una afición sin Dios. Creo que es un nuevo reto, ante el que debemos estar en guardia, para evitar, que bajo una apariencia de pseudo religiosidad, nos encontremos solo con un barniz superficial, que impida el verdadero encuentro del hombre con Dios y que se quede solo en la estética, las formas y las costumbres, sin llegar a la adhesión de la fe”.
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