lunes, 19 de marzo de 2018

EN LA FLAGELACIÓN Y EN BETANIA: DOS ETAPAS DEL CAMINO CUARESMAL




A poco más de dos semanas para la Pascua, los frailes franciscanos de la Custodia de Tierra Santa, con fieles locales y peregrinos, se reunieron en el convento de la Flagelación para una nueva etapa de las peregrinaciones cuaresmales. El miércoles 14 de marzo se recordaba el momento en que Jesús fue torturado por los soldados y le colocaron una corona de espinas. Justo en el lugar en que ocurrió este episodio, según la tradición, se encuentra hoy el convento franciscano de la Flagelación. La iglesia, donde se celebró la misa, se alza en el espacio antiguamente ocupado por la fortaleza Antonia y tiene su origen en la construida por los cruzados en el siglo XII, que después fue abandonada durante muchos siglos. Las ruinas fueron adquiridas por los franciscanos en 1838, pero la iglesia no fue restaurada hasta 1929 por el arquitecto Barluzzi.

Después de cantar los salmos de las Vísperas, se proclamaron las lecturas. De nuevo fue don Luigi Epicoco, profesor del Studium Biblicum Franciscanum, el encargado de pronunciar la homilía, como en las peregrinaciones anteriores. El sacerdote recordó que la peregrinación se celebraba en memoria de la experiencia de la tortura de Jesús, que realmente experimentó el dolor físico. «Un dolor que no da lugar a ninguna explicación – afirmó -, un dolor que oscurece todo y parece vaciar todo de sentido». Sabemos que cuando tenemos este tipo de experiencia, Jesús puede entendernos: «es creíble porque también él pasó por este sufrimiento». Ante todo esto, lo único que podemos hacer es cumplir una palabra: “ofrecimiento”. Ofreciendo el propio sufrimiento, «de ser algo despreciable, el sufrimiento puede convertirse en una ocasión de fecundidad», explicaba don Luigi Epicoco.

El 14 de marzo los franciscanos se dirigieron en peregrinación a Betania, para conmemorar el episodio bíblico de la resurrección de Lázaro. «Es un episodio fundamental para entender la resurrección de Jesús», afirmó en la homilía don Luigi Epicoco. La clave para comprender el lugar de esta peregrinación para él es la “amistad”, esa relación sincera y fraterna que Jesús tenía con Lázaro, Marta y María. El sacerdote afirmó: «aquí en Betania Jesús demuestra que no hay amor más grande que dar la vida por los amigos», y al resucitarlo es como si él hubiese dado su vida en lugar de Lázaro. «Detrás de Lázaro va la humanidad entera», dijo el padre Epicoco. La misa fue celebrada por el secretario de Tierra Santa, fray David Grenier, en presencia del guardián de Betania fray Michael Sarquah.
Después de un momento para el desayuno, los frailes fueron en procesión hasta el interior de la tumba de Lázaro.

Es tradición que el mismo día de la peregrinación cuaresmal a Betania se realicen también otras etapas: una en el lugar donde Jesús ascendió al cielo y otra donde enseñó el Padrenuestro.
Donde hoy se encuentra la iglesia del Pater Noster, los frailes leyeron el Evangelio referido al episodio de la oración de Jesús, mientras que en la Ascensión, en la actualidad contralada por los musulmanes, entraron en procesión cantando el Te Deum. Fue, por tanto, una mañana de intensa oración, con un único objetivo: prepararse para el “paso” de la Pascua.


Beatrice Guarrera

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