sábado, 17 de marzo de 2018

EL GUARDIÁN DE LA VIRGEN DE LA ESPERANZA

Diario de Sevilla

Eusebio Ogazón hace unos días en la basílica de la Macarena.
Juan Parejo
A Eusebio Ogazón le cambió la vida el día que cerró la empresa en la que trabajaba y se quedó en paro. Con la cincuentena ya avanzada, y con una importante trayectoria, en la que había sido director de dos multinacionales, un amigo le ofreció un empleo en su empresa de seguridad. Sólo puso una condición para aceptar: tenía que ser en la Macarena. Dicho y hecho. Así comenzó una historia de amor y devoción, con alguna espina, que ha durado 17 años, hasta el pasado mes de enero, cuando se jubiló a los 72 años y recibió el merecido y sentido homenaje de la hermandad.
Guardián de la Virgen de la Esperanza por la noche y centinela del camarín durante las mañanas. Siempre pendiente en el besamanos, no fuera a ser que alguien quisiera tocar el rostro de la Virgen. Transmisor de rezos y súplicas. El "bendito" trabajo de Eusebio comenzaba cada día a las nueve de la noche. La basílica cerraba sus puertas y él abría su garita. "Era un tarea muy sacrificada, pero también muy bonita. Me llevaba muy bien con la Virgen. Ella cuidaba de mí y yo cuidaba de ella". En los 17 años de vigilia no ha tenido problema alguno, aunque al principio reconoce que lo pasaba mal. "Me daba respeto porque la responsabilidad era muy grande por todo lo que significa la Virgen para tantas personas".

AÑORA LAS NOCHES AL CUIDADO DE LA VIRGEN, PERO AHORA LE TOCA ESTAR CON LA FAMILIA
Nacido en la calle Amor de Dios, es un gran devoto de la Virgen de la Esperanza -y del Señor del Gran Poder- desde pequeño, aunque la vinculación comenzó con el trabajo. No es hermano de la Macarena, pese a sus muchos años de servicio. "He estado prácticamente todos los días durante 17 años. Nochebuena, Nochevieja, Reyes... eso es mucho más que ser hermano". Uno de los momentos que más le impresionaban cada año es cuando sale la Virgen en la Madrugada y se quedaba a solas. "Cuando entraba en la basílica y veía que no estaba se me venía todo abajo. Le decía a los costaleros y a las personas que iban junto al palio que la cuidaran. Que me la trajeran pronto".
La relación con la Virgen cambió el día que falleció su hijo, con 25 años. Murió de manera inesperada en apenas unas horas. "Estuve un tiempo enfadado con ella. Cambié mucho". Poco después, estaba la Virgen retirada del culto. Le habían restaurado las manos. La noche que iba a ser repuesta al culto llamaron a Eusebio para que se presentara en la entrada del camarín, donde estaba la Virgen. Iba a ser él quien la devolviera a su altar. Lo recuerda con emoción: "Aquello me impactó. La cogí por la cintura. Su cara rozaba la mía... No lo podré olvidar nunca. Ahí me reconcilié con ella. El rencor se me quitó".
La seguridad, explica, ha cambiado mucho desde que empezó. Ahora, toda la basílica está repleta de cámaras que se controlan desde un monitor. Las noches son tranquilas, aunque de vez en cuando salta alguna alarma, sobre todo en verano. "El susto te lo llevas. Te lo piensas un poco a la hora de arrancar e ir a ver qué pasa". Aunque su jornada laboral concluía a las nueve de la mañana, siempre que podía se quedaba durante la apertura del camarín. Allí ha vivido momentos emocionantes. "Las personas acuden a rezarle y pedirle a la Virgen por sus hijos, sus problemas. Yo muchas veces les pedía un pañuelo, lo pasaba por el manto de la Virgen y se lo llevaban". También era habitual verlo junto a la Virgen durante el besamanos. En esos días, debía desplegar toda su diplomacia. "Siempre he intentado quedar bien con todo el mundo, pero es difícil. Hay que estar muy pendiente de todo. Alguno intentaba tocarle la cara y cuando lo parabas se enfada". También se tenía que emplear a fondo durante los día de Semana Santa, especialmente el Jueves Santo, cuando se forman largas colas para ver los pasos. "Hay que luchar mucho con la gente".
La jubilación, a los 72 años, le ha venido un poco impuesta. "La familia. Mi mujer y mis hijos medio me han obligado". No oculta que añora las noches en vela en la basílica a las que volvería, dice, con sumo gusto. Su rutina ha cambiado, pero es habitual verlo en la basílica. Allí todos lo conocen -hermanos y devotos- que lo saludan con afecto y cariño. "Yo soy muy malo para quedarme con los nombres".
Tras 17 años en vela al cuidado de la Virgen de la Esperanza, Eusebio Ogazón disfruta ahora del merecido descanso, aunque no acaba de acostumbrarse: "Esta noche mismo volvería".

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