viernes, 12 de enero de 2018

DEFENSA DEL LIGÓN TORPE; POR ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ



Ha causa Me manifiesto a favor del manifiesto de varias francesas publicado en Le Monde. Están en contra del nuevo clima de puritanismo que, con base en las denuncias de abuso sexual que vienen de Hollywood, se nos quiere imponer. Por supuesto, lo básico es empezar, como hacen ellas (Catherine Deneuve, Abnousse Shalmani, Stéphanie Blake, Ingrid Caven, etc.), dejando claro que la violación es un crimen. Donde habla el Código Penal, los manifiestos están de más.
Lo particular es lo contrario. Calificando hasta lo más trivial de machismo o agresión sexista, diluimos y trivializamos (sin duda, con unas intenciones inmejorables) las conductas inaceptables.
Las firmantes del manifiesto van más allá y mejor, porque reconocen algo que, respecto a la libertad de expresión, vemos todos clarísimo. El filósofo Ruwen Ogien defiende una libertad de ofender indispensable para la creación artística, y ellas postulan una análoga libertad de importunar, indispensable para la libertad sexual. Yo no lo había pensado y quizá no me habría atrevido a escribirlo, pero está muy bien pensado y escrito. Incluso me da cierta sensación personal de utilidad. Ni que decir tiene que soy mucho más pacato que muchas de las firmantes, cuya desinhibición sexual es palmaria y está publicada. La vida sexual de Catherine M. y los diarios de Catherine Robbe-Grillet me importunan. Lo que me convierte en un garante práctico de su libertad sexual, lo que celebro.
De esa libertad de importunar lo más positivo es su contrapartida: la fuerza interior que exige y la conciencia de la propia dignidad. En eso las firmantes no dejan resquicios y se cierran en banda a la perpetua victimización automática de la feminidad. Esa imagen de las mujeres como "pobres cositas bajo el imperio de demonios falócratas" les da la risa. Peggy Sastre ha dejado claro algo que yo tenía nítido por experiencia: La dominación masculina no existe, se titula su libro.
Lo que más les agradezco, sin embargo, es su defensa del flirteo tartumudo, del ligoteo torpe, de la insinuación fracasada, del acercamiento contraproducente. En ese detalle muestran cómo van ellas de súper sobradas. Y yo recuerdo mis meteduras de pata de cuando ligaba (de cuando lo intentaba) y agradezco a las firmantes del manifiesto (y a las protagonistas de aquellas anécdotas, que esta vez les voy a dispensar) tanta condescendencia misericordiosa, tanta delicada superioridad.

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