martes, 16 de mayo de 2017

PARA MEDITAR


Pasó el tiempo en que se pensaba y afirmaba que entre ciencia y fe había una oposición irrenconciliable; hoy se sabe que cada una tiene sus propios campos, sus cánones y sus categorías. 

Pero la ciencia nos enseña cómo es el cielo y la fe nos dice cómo se va al cielo. La ciencia sirve al hombre de fe para reconocer la realidad temporal; la fe sirve al hombre de ciencia para iluminar esa realidad temporal, orientándola hacia lo eterno. 

Debemos esforzarnos para, desde el interior de la ciencia, rescatar la verdad de la fe y, desde el alma de la fe, enriquecer las perspectivas de la ciencia. 

El hombre de poca ciencia encuentra dificultades para llegar a la fe: El hombre de mucha ciencia tiene despejado el camino para llegar a la fe. El hombre de poca fe no se sentirá satisfecho con la ciencia; el hombre de mucha fe nunca tendrá miedo de la mucha ciencia. 

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