Debemos brindar todo nuestro afecto y nuestra ayuda a todos.
A todo el que esté en buena posición económica y al que se ve privado de hasta de las más necesarias.
Al que goza de salud, pero también al enfermo.
Al que come todos los días y al que sólo puede hacerlo día por medio.
Al que piensa como nosotros y al que discrepa de nuestras opiniones, sean éstas sociales, políticas o religiosas.
Al que está cerca de nosotros y al que vive muy alejado.
A todos sin excepción: Desde la señora de ilustre apellido hasta aquél chico que pide en la puerta. Todos somos hermanos; tratémonos como hermanos; amémonos como hermanos; ayudémonos como hermanos. La vida será muy distinta si así lo hacemos.
Sólo entonces es cuando estaremos capacitados para rezar el Padrenuestro, para poder decir a Dios que es nuestro Padre; solamente entonces, cuando logremos tratarnos unos a otros como hermanos y lo hagamos con entera sinceridad.
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