viernes, 21 de abril de 2017

NO SIGA, DON FILIBERTO; POR ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ


Diario de Cádiz
Quienes más enfadados deberían estar con la invitación a Cádiz del concejal de Bildu son los partidarios de buena fe de la memoria histórica. Abochornados, claro; pero enfadados también. Joxe Abaurrea es un pro-etarra de tomo y lomo: desprestigia la causa que defiende, sea cual sea. Supongo que, porque los seres humanos somos poliédricos, Abaurrea y yo tendremos en común alguna idea. Seremos ambos partidarios de la conservación del alimoche, al menos; pero me daría horror que me representase en ningún foro conservacionista. Sacaría, con su sola presencia, lo peor del alimoche, ave de vuelo majestuoso, aunque carroñera.
Quien ha defendido y alentado los asesinatos de ETA, para más inri perpetrados casi todos durante la democracia, quien ha amedrentado a sus vecinos, quien sueña con la descomposición de España enfanga sin remedio la memoria histórica. Es el menos adecuado para vendernos un mensaje de reconciliación nacional ni de paz ni de piedad ni de perdón, como pidió Azaña. Tal vez la magnitud del enfado ahora de los representantes del PP con la presencia de Abaurrea se deba a que él solo saca la sombra más siniestra e inquietante de una ley de memoria histórica que el PP no tocó cuando tenían mayoría absoluta y sobre cuyas aplicaciones no suelen decir ni mu, no vayan a decir…
Joxe no es el único. Juan Torres, el catedrático (¡catedrático!) de Economía -por lo académico- y de Podemos -por la afinidad-, ha arremetido, en nombre de la memoria histórica, contra un escudo de los Reyes Católicos que le sonó franquista. Fue ver un águila y cegarse, como si hubiese mirado de cara al sol. Ha pedido disculpas, y eso le honra, pero ya se había retratado. Las relaciones con la historia de España de los de la memoria histórica no son todo lo apacibles y normalizadas que sería de desear. De nuevo, no hacen un favor al movimiento que abanderan.
He recordado a aquel banderillero que fue atropellado en una carretera cuando cruzaba de noche con muchas copas de más. Le defendió el crítico taurino Filiberto Mira, licenciado en Derecho. Ensalzó al hombre honrado que, tras su abnegado trabajo, se toma los vinos que estima pertinentes, y luego enalteció el derecho del ciudadano libre de cruzar la carretera por donde le da la gana… El banderillero, sentado en el banquillo y con la cabeza entre las manos, decía: "No siga, don Filiberto, no siga, que me echan la perpetua". Pues eso.

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