martes, 5 de noviembre de 2013

¿POR QUÉ HAY SANTOS?

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En el número 828 del Catecismo de la Iglesia Católica leemos lo siguiente: “Al canonizar a ciertos fieles, es decir, al proclamar solemnemente que estos fieles han practicado heroicamente las virtudes y han vivido en la fidelidad a la gracia de Dios, la Iglesia reconoce el poder del espíritu de santidad, que está en ella, y sostiene la esperanza de los fieles proponiendo a los santos como modelos e intercesores”.

Desde los primeros siglos, en la Iglesia se comenzó a venerar a los mártires, que habían dado su vida por Dios, con ese doble aspecto:ejemplos a seguir, e intercesores en el cielo. Más tarde, se reconoció la santidad en otros fieles que la habían demostrado de modo distinto al martirio; o sea, con una vida santa.
 
Lo cierto es que necesitamos las dos cosas. Ejemplos, que a ser posible sean de todos los pueblos y culturas, de toda clase y condición, de todas las épocas. Nos dicen con su vida que la santidad, a la que estamos llamados todos los cristianos, es posible, no queda fuera de nuestro alcance.

También resulta muy conveniente tener intercesores. El número 956 del Catecismo de la Iglesia Católica –que recoge un texto del concilio Vaticano II- explica los motivos: “Por el hecho de que los del cielo están más íntimamente unidos con Cristo, consolidan más firmemente a toda la Iglesia en la santidad… no dejan de interceder por nosotros ante el Padre. Presentan por medio del único Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, los méritos que adquirieron en la tierra… Su solicitud fraterna ayuda, pues, mucho a nuestra debilidad”.
 
Sobre el sustento bíblico al respecto, conviene tener en cuenta, en primer lugar, que no todo figura necesariamente en la Biblia, aunque ésta sea la principal fuente de la doctrina. La Iglesia es la depositaria de la doctrina y los medios de salvación que nos legó Cristo, y tiene la asistencia del Espíritu Santo para realizar esa misión de custodia.

De todas formas, eso no significa que falten completamente referencias bíblicas. En cuanto a la ejemplaridad, es algo bastante generalizado: presenta –sobre todo el Antiguo Testamento- modelos de fidelidad a Dios que recomienda seguir (Abraham, Moisés, Samuel, etc.).

De ellos, dos –Moisés y Elías- aparecen glorificados en la Transfiguración del Señor, junto a él en el monte Tabor. Sobre su intercesión, tenemos esta cita del Apocalipsis: Cuando recibió el libro, los cuatro seres vivos y los veinticuatro ancianos se postraron ante el Cordero, con una cítara cada uno y con copas de oro llenas de perfumes, que son las oraciones de los santos (5, 8).

Por otra parte, hay una lógica en esto: si verdaderamente la Iglesia es un cuerpo –y cuerpo de Cristo-, y a ella pertenecen los que ya están en el cielo, es muy comprensible que contribuyan a la vida del cuerpo en su situación, lo que se realiza mediante su intercesión por quienes seguimos en este mundo.

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