No hay convivencia si no existe comunicación. Si no haces partícipes de tu existencia, de tus sentimientos, preocupaciones e intereses a las personas que comparten contigo tu vida, tu espacio y tu tiempo, y, en la misma medida en que los comparten, si no les escuchas a ellos y no acoges de la misma manera todo lo que quieran compartir contigo acerca de su existencia, no hay verdadera convivencia.
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