viernes, 15 de noviembre de 2013

"AMA CON AMOR DE PADRE Y HERMANO". EL PAPA FRANCISCO CONFIERE ORDENACIÓN EPISCOPAL A MONS. VÉRGEZ ALZAGA.



2013-11-15 Radio Vaticana
(RV).- (Con audio) La tarde del viernes en la Basílica de San Pedro, el Papa Francisco presidió la ordenación episcopal de Monseñor Fernando Vérgez Alzaga, Obispo titular de Villamagna de Proconsolare, Secretario General del “Gobernatorato” del Estado de la Ciudad del Vaticano. Al término de la celebración, en la Capilla de la Piedad, el Santo Padre saludó al nuevo Obispo con sus familiares.
El Santo Padre anuló las demás actividades previstas para hoy a causa de un resfriado. Lo comunicó a los periodistas el director de la Sala de Prensa vaticana, padre Federico Lombardi. Tratándose de audiencias a algunos jefes de dicasterio, el Papa ha preferido postergarlas, informó el jesuita. (MZ, RC-RV)
Homilía del Papa Francisco: (audio) 
Hermanos e hijos queridos, reflexionemos un poco en las altas responsabilidades eclesiales a las que es promovido nuestro hermano Fernando.
El Señor Nuestro Jesucristo, enviado del Padre a redimir los hombres, mandó a su vez al mundo los 12 apóstoles, para que llenos del poder del Espíritu Santo, anunciaran el Evangelio a todos los pueblos, y reuniéndolos bajo el único Pastor los santificaran y los guiaran a la salvación, para perpetuar de generación en generación el ministerio apostólico. Los 12 se agregaron colaboradores, transmitiendo ellos, a través de la imposición de las manos el don del Espíritu recibido de Cristo, que concedía la plenitud del sacramento del Orden. Así, a través de la interrumpida sucesión de los Obispos, en la tradición viviente de la Iglesia, se ha conservado este ministerio primario y la obra del Salvador continúa y se desarrolla hasta nuestros tiempos.
En el obispo, circundado por sus presbíteros, está presente en medio de ustedes el mismo Señor Nuestro Jesucristo, Sumo y eterno Sacerdote. Es Cristo, en efecto, que en el ministerio del Obispo, continúa a predicando el ministerio de Salvación y santificando a los creyentes mediante los sacramentos de la fe. Es Cristo, que en la paternidad del obispo, acrecienta de nuevo los miembros de su Cuerpo que es la Iglesia. Es Cristo que en la sabiduría y prudencia del Obispo guía al Pueblo de Dios en su peregrinación terrena hasta la felicidad eterna.
Reciban, por lo tanto, con alegría y gratitud, a este hermano nuestro que nosotros obispos, con la Imposición de las manos, hoy asociamos al Colegio Episcopal. Ríndanle a él el honor que se debe al ministro de Cristo y al dispensador de los ministerios de Dios, al cual se confía el testimonio del Evangelio y el ministerio del Espíritu para la santificación. Acuérdense de las palabras de Jesús a los Apóstoles: “quien los escucha a Ustedes, me escucha a mí, quien los desprecia a ustedes, me desprecia a mí. Y quien me desprecia a mí, desprecia a Quien me envió”.
En cuanto a ti, Fernando, hermano queridísimo, tantas cosas me vienen a la memoria en este momento. Elegido por el Señor, reflexiona que fuiste elegido entre los hombres y para los hombres. Fuiste constituido en las cosas que tienen que ver con Dios. El episcopado, en efecto, es el nombre de un servicio, no de un honor. Ya que al obispo le compete más servir que dominar, según el mandamiento del Maestro: quien es más grande entre ustedes, se haga el más pequeño. Y quien gobierna, que gobierne como aquél que sirve. En este servicio, pienso, en aquel gran servicio de ternura y caridad que tú has ofrecido al Cardenal Pironio. Estoy seguro que él está entre nosotros en este momento y se alegra. En nombre de la Iglesia te agradezco de nuevo. Servicio humilde y silencio, servicio de hijo y de hermano. También recuerdo con alegría la amistad con el cardenal Quarracino que te quería tanto. Y también hoy te confieso, al sentir estos cantos tan bellos, no puedo dejar de pensar en el canto de las hermanas Benedictinas de Victoria que en este momento siguen esta ceremonia. Estás bien acompañado hoy.
Anuncia la Palabra en cada ocasión oportuna y no oportuna. Advierte, corrige, exhorta con toda magnanimidad y doctrina y mediante la oración y el ofrecimiento del sacrificio por tu Pueblo, toma de la plenitud de la Santidad de Cristo la multiforme riqueza de la Divina Gracia para la iglesia a ti confiada. Sé fiel y custodio dispensador de los Misterio de Cristo y de un modo especial a los que se te ha confiado este cuidado pastoral: los dependientes del Vaticano. Eres padre y hermano de ellos, con verdadero amor y ternura. Colocado por el Padre como cabeza de su familia, sigue siempre el ejemplo del Buen Pastor que conoce sus ovejas, por ellas es conocido y por ellas no ha dudado en dar la vida. Ama con amor de padre y hermano a todos aquellos que Dios te confía, sobretodo a los presbíteros y diáconos, tus colaboradores en el ministerio. También los pobres, los indefensos, y cuantos necesitan ser recibidos y ayuda. Exhorta a los fieles a cooperar en el empeño apostólico y escúchalos con gusto. Ten gran atención a quienes no pertenecen al único redil de Cristo, porque ellos también te fueron confiados en el Señor. Acuérdate que en la Iglesia Católica, reunida por el vínculo de la Caridad, estás unido al Colegio de los Obispos y debes llevar en ti la solicitud de todas las Iglesias, socorriendo, generosamente aquellas que tienen más necesidad de ayuda. Vigila con amor y gran misericordia sobre todo el rebaño, en el cual el Espíritu Santo te pone a regir la Iglesia de Dios. En el nombre del Padre, del cual haces presente su imagen. En el nombre de Jesucristo, su Hijo, en el cual has sido constituido Maestro, Sacerdote y Pastor. En nombre del Espíritu Santo, que da vida a la Iglesia, que con su Poder sostiene nuestra debilidad.
(Traducción del italiano, Mariana Puebla-Radio Vaticano)



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