lunes, 11 de noviembre de 2013

"ADIÓS A TODOS". EL SUICIDIO DE GABY Y EL VACÍO DE LA NUEVA EDAD DIGITAL.

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Jaime Septién

México ha sido sacudido por el suicidio de una joven llamada Gabriela H. G. anunciado a través de su cuenta de Facebook.  "Adiós a todos. No tengo nada, ya no tengo nada. Julio, te amo. Nunca lo olvides. Me voy con una sonrisa de lo feliz que me hiciste mientras duró. A mi familia perdón le pido. Los quiere Gaby", fue el mensaje postrero de la joven, quien dejó impresa una fotografía suya con una tira de tela azul atada al cuello.
 
La joven, terminó ahorcándose, no sin antes haber obtenido cerca de 20 mil “me gusta” a su mensaje de despedida antes de que Facebook lo detectara y lo desactivara.  Pero nadie hizo el menor esfuerzo por llenar el evidente vacío de Gabriela, quien le reprochaba a su ex novio: “¿Por qué te conocí?  Ahora, sólo me dejas un gran vacío; nunca creí amar así a la distancia.  Ojalá nunca te arrepientas cuando esto pase, pero yo no estaré para ti.  Me duele tu actitud.  Sólo buscas un pretexto para dejarme”.
 
Solitarios colectivos
 
Gaby es parte de una tendencia ascendente de suicidio juvenil anunciado a través de las redes sociales que golpea a México, como a muchos otros países de Occidente.  Quizá sea una representación macabra del vacío que éstas dejan en los usuarios; quizá, también, sean víctimas de la soledad moderna: aquella soledad colectiva que se anunciaba al principio de la edad de las comunicaciones sociales, con la irrupción de la televisión en la vida cotidiana de la gente.
 
Datos del Consejo Nacional Contra las Adicciones en México indican que cada año se registran al menos 5 mil 840 suicidios y 10 mil 500 intentos de suicidio en niños y adolescentes que recurren a armas de fuego y punzocortantes, raticidas, ahorcamiento o saltar desde lugares altos para quitarse la vida.
 
Según la misma fuente, de 1990 a 2010 el suicidio infantil y juvenil se duplicó al pasar de 2.3 a 4.5 por cada 100 mil habitantes, lo cual representa ya un problema serio de salud pública que, hasta el momento, ha obtenido poco interés por la sociedad y el gobierno mexicanos.
 
Las elevadas tasas de suicidio en el mundo han pasado de las personas mayores a los jóvenes.  Hoy mismo el suicidio juvenil ha pasado a ser la tercera causa de muerte entre las personas de 15 a 44 años, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). También es preocupante el aumento de tentativas entre jóvenes anunciadas y, muchas ocasiones propiciadas por las redes sociales.
 
Los jóvenes son, actualmente, la población con más riesgo de suicidio en uno de cada tres países en el mundo, y México no es la excepción. El Consejo Nacional de Población  identifica el suicidio juvenil como la tercera causa de muerte entre adolescentes, sólo después de la muerte por accidentes automovilísticos y, en segundo lugar, por homicidios.
 
Narcisismo frustrado
 
Y el tema va en aumento.  Casos como el que recientemente anunció la Policía Municipal de Agua Prieta, Sonora (en el norte de México), son más frecuentes de lo que se piensa en la opinión pública mexicana, que autocalifica a México como un país de felicidad: por Facebook, Rosario L., de 20 años de edad, le dijo a su novio: “No te preocupes, no es culpa tuya lo que voy a hacer”, antes de ahorcarse colgada de un tubo de un ropero ubicado al interior de la casa.  En infinidad de notas de los periódicos se pueden encontrar historias similares: desunión, incapacidad de encontrarle sentido a la ruptura, violencia intrafamiliar…
 
Monseñor Pablo Galimberti Di Vietri obispo de Salto, Uruguay, publicó el pasado mes de septiembre, en la revista “Cambio”, una reflexión sobre los jóvenes y el suicidio.  El obispo uruguayo se preguntaba: “¿Por qué habrá tan poca capacidad de soportar una frustración amorosa? (…). Puede ser consecuencia de una cultura y mentalidad narcisista que lleva a pensar que somos el centro de toda realidad; lo cual no favorece en nada la asimilación de golpes adversos”.
 
Y agregó algo determinante en el caso del suicidio juvenil: “Este narcisismo fracasado nos recuerda que es falso el sueño de una civilización feliz, lograda mediante la tecnología y la abundancia de bienes. El crecimiento tecnológico no puede tapar la pobreza de la vida interior, la pérdida del sentido de gratuidad o del asombro, que es tan importante, según los antiguos, como disparador de una experiencia espiritual”.

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