jueves, 11 de julio de 2013

¿SE PERSIGUEN HOY TODAVÍA A LOS CRISTIANOS?; POR JOSÉ MARÍA VIEYTES BEIRA.


   En otro tiempo, esta escabrosa situación de las -persecuciones- vista hoy bajo la óptica de la perspectiva de los cristianos cofrades y no cofrades, ha constituido un estigma que ha acompañado a lo largo de toda la historia de la humanidad a las personas que se han significados por el solo hecho de ser discípulos o seguidores de Cristo.
   Y ser discípulo de Cristo creo que es la mayor consecuencia que se puede instalar libremente en la conciencia y en el espíritu de los seres de este mundo. Y no se trata de analizar la figura del cristiano -del cristiano perseguido- solamente, ni menos aún  de llevar al ánimo de quienes permanecen en estado de -persecución- el sentimiento de culpa por haberlo ejercido en su momento o si igualmente lo siguen haciendo todavía, pero si objetar al menos que, aunque hayan sido pocos; pocos también es demasiado. Y aún perdonando; el perdón no sustituye ni exime de la injusticia.     

   Los cristianos, hombres de fe e imitadores de Cristo, tienen intrínsicamente un precio - un alto valor añadido- que adquieren según en qué zonas suelen desarrollar sus cultos y sus actividades. Cuestión ésta  que  -sus perseguidores- no entienden bien. Ni que la oración y las buenas obras que practican sean sus principales objetivos. Así como  tampoco conceden crédito alguno a los efectos benéficos y consoladores que estas acciones producen a quienes las reciben. 
   Por eso, no se comprende la ocultez que muestran algunos cristianos ante la sociedad, quizá por el fruto de reminiscencias pasadas o simplemente por considerar que son mal visto. Y si ahondamos en la virtud anexa que genera esa actitud, seguramente nos daremos cuenta que esta posición refleja en cierto modo una insensatez que se desvanese visionando interior y exteriormente sus propias actuaciones: "por sus buenas obras los reconocerán". 
   El cristiano posee un don especial de desenvolverse frente a la vida y ante sus semejantes que, en realidad no se distingue ostensiblemente del resto de los mortales. Sin embargo sí destaca por su talante religioso, espiritual,  fraterno, conciliador, cariñoso y caritativo con sus iguales; es decir con sus hermanos. Y esto, al parecer no sólo molesta, sino que además tal vez crea desazón en algunas mentes opacas o contrarias a estos hábitos, que por otra parte forma parte del componente de las insidias humanas. Sin embargo, Jesús dijo en su evangelio: amar a todos y "a los enemigos también" incluso rezar por sus perseguidores. San Ignacio de Loyola decía que no hay cristianos si no hay persecuciones.   
   Y no es ésta una actitud inédita o desproporcionada. Es una realidad, tangible, solidaria y contrastada. Ser cristiano en cada uno de nuestros continentes, no es lo mismo, como tampoco lo es en otros lugares periféricos, pobres, selváticos; prácticamente abandonados aunque en cualquiera de ellos siempre nos encontraremos a muchos cristianos que por añadidura ejercen -socorriendo- eficazmente como tales. 
   Pero hay un elemento cierto y distocionador en el mundo actual que ha evolucionado vertiginosamente en unos aspectos para mejorar, y en otros no tanto en cuanto a las tendencias religiosas y espirituales se refieren. De repente ha surgido una auténtica invasión de falsos ídolos y de culturas y creencias dispares, que aunque respetadas; muestran con vehemencia una abierta separación no ya de los cánones religiosos y espirituales, sino simplemente del sentido común. 
   El hombre, cristiano o no, solamente busca la verdad. Y desde luego esa verdad únicamente la encuentra en Jesucristo que es el Camino, la Verdad y la Vida. Pero en realidad el hombre no  encuentra la verdad; es la verdad  la que encuentra  al hombre (San Agustín). Y la verdad buena o mala: permanece. Por tanto, decía el santo, si  quieres hacer algo bueno, no lo supliques: hazlo, pero siempre en pos de la verdad rechazando lo malo y la mentira. Mientras otros sin embargo son capaces de vivir sin el valor de la verdad. 
   Sucede que en todo este prodigioso y a la vez complejo laberinto, Dios les permite a sus hijos que se pierdan para encontrarlos después. Y aunque nos dirigimos caminando ya en el tercer milenio y a tanta distancia de aquellos mártires cristianos echados a los leones en la Roma imperial. Todavía -algunos- hoy mismo continúan perseguidos, sólo que sus perseguidores actuales se han sofisticados de tal manera que ahora, son ellos precisamente los que permanecen ocultos y encubiertos y, a veces desde dentro de las mismas instituciones; actuando revestidos de falsas apariencias con el disfraz de la hipocresía, de la zancadilla, del descrédito, de la intolerancia y de la maledicencia. 
   Y frente a esos envites, el cristiano tiene razones suficientes y poderosas para obviar los actos persecutorios, los agravios y las tibiezas que  puedan recibir de quienes no los toleran en la sociedad actual. Y el antídoto para neutralizarlos lo encuentran en el bálsamo de la fe, en la fuerza de la oración y en el amor y el poder del misterio fidedigno de la Eucaristía. La gran alianza concertada entre Cristo y los hombres a través de la entrega mutúa de quien da y quienes reciben. Jesús lo dió todo en el madero de la Cruz por nosostros y nosotros recogemos de Él en el Misterio de la Eucaristía, el fruto del alimento que nos dejó como fuente y vehículo para fortalecernos en la fe y alcanzar la salvación eterna, que es su constante y principal empeño. ¡Qué nos salvemos!. El canonizado Padre Pío vaticinaba que la oración  abre el corazón de Jesucristo y el Santísimo: la perla de la Eucaristía. 
 ¿Os podeis imaginar los efectos persuasivos y poderosos de éstas prácticas íntimas y sosegadas?. ¿O qué decir si con ellas se uniesen  consesuados los cristianos de todo el mundo en un momento determinado?. 
   Hoy a pesar de la rapidez y la gran cobertura que permiten las redes sociales. ¿Se le ha ocurrido a alguien conectar con todos los creyentes del planeta y proponerles rezar una oración -el padrenuestro como paradigma de la más conocida universalmente- que rezada a una hora elegida, fija y concreta, pidiendole al Padre fervorosamente por un mundo más justo y equilibrado- tal vez resultaría más gratificante y eficaz que enviar correos de críticas destructivas o chistes malintencionados amén de Dios sabe qué........?. Y si la fe y la oración juntas mueven montañas. ¿No creen ustedes que la fuerza conjunta de esta oración movería el mundo entero?. 
   La idea planteada no pasa de ser doméstica, pero doméstica fue también la enseñanza evangelizadora de los Apóstoles, la cual se extendió y caló con fe  en todo el mundo. Así que el mensaje está servido. Y su ejecución  dependería de nosotros mismos, en cuyo caso,  preguntaría. ¿Seríamos capaces?. 
José María Vieytes Beira. San Fernando. Artículo escrito el 08.06.13. Texto refundido del publicado en el semanario local Información el 23.06.13.   
    

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