viernes, 12 de julio de 2013

LA FERIA DE NUESTRA VIDA.

Que la vida es una tómbola, una feria, algunas veces un circo, lo sabemos todos porque vivimos y la hacemos tal y como es.

Nos quejamos mucho de lo mala que es, que es muy dura, que nos sobrepasa todo, que... Y nosotros, ¿Qué hacemos para cambiarla? ¿Ponemos alguna iniciativa en marcha para que sea un poco mejor?

Somos unos vividores de la vida, no en la vida. Vivimos cada segundo y explotamos cada instante comos si fueran los últimos. Queremos poseer más, tener más rango social, elevarnos a alturas de conocimientos que no nos sirven para nada sino para alimentar nuestros egos íntimos y no somos capaces de ponerlos al servicio de la comunidad. 

Poco a poco nos estamos volviendo en egoístas, egocéntricos, porque lo nuestro es lo mejor, introvertidos, no somos capaces de relacionarnos con los demás, mentirosos con nosotros mismos, y por conseguir cuanto perseguimos somos capaces de pisotear a cualquiera aunque ese "cualquiera" sea tu ser más querido.

¡Qué nos gustan los cargos! ¡Qué nos gustan los primeros puestos! ¡Qué nos gustan que nos tengan en cuenta y ser "alguien"!

Algunos hacen lo que sea por ser presidentes de algo, aunque ese algo es totalmente contrario por sus principios y fundamentos a utilizar esos tipos de artimañas, por ocupar una secretaría o tener un puesto directivo en cualquier estamento aunque para serlo haya que quitar del medio a quien sea. 

Y poco a poco, esta vida que es nuestra vida está tan putrefacta, huele tan mal que el vivirla con decencia y dignidad se acaba por convertir en una auténtica proeza.

Parafraseando a Gardel: Ahora es lo mismo ser decente que traidor, bueno yo diría que el traidor triunfa a costa de tantas personas decentes y buenas que almacenan en sus corazones sentimientos nobles. Traidores podemos serlo todos porque todos tenemos al alcance de la mano el poder serlo. Ahora bien, de nosotros depende de que nuestra vida se convierta en una Feria, en un espectáculo sin principio ni final o que se convierta en un lugar habitable donde todos tienen la misma importancia porque todos, en definitiva, somos hijos de un mismo Padre: ¡¡Dios!!

Nunca olvidemos que tener a Dios como Padre implica llevar una vida pulcra, digna, honorable. No podemos considerarnos hijos de Dios si no somos merecedores de Él.

Dios no admite de traiciones, insultos, menosprecios, humillaciones, infamias, persecuciones en su nombre. El Padre que nos quiere con locura, hasta dar la vida de Su Hijo Bendito por nosotros, solo espera de nosotros que tengamos un corazón puro, lleno de humildad, mansedumbre donde el odio, el rencor, la aspereza, la falsa vanagloria, el desprecio a los demás no tengan cabida ni rincón. 

Nuestra Fe hace que convirtamos la Feria en Vida. 

De nosotros, solamente de nosotros, depende el cambiar todo. ¡Está en nuestras manos! ¿A qué esperamos, entonces, para hacerlo?

Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios te bendiga.

Jesús Rodríguez Arias

No hay comentarios:

Publicar un comentario