viernes, 5 de julio de 2013

EVANGELIO DEL DÍA Y MEDITACIÓN.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (9,9-13):

En aquel tiempo, vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme.»
Él se levantó y lo siguió. Y, estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos.
Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: «¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?»
Jesús lo oyó y dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa "misericordia quiero y no sacrificios": que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.»

II. Compartimos la Palabra

  • No tienen necesidad de médico los sanos; misericordia quiero y no sacrificios.

San Mateo era un cobrador de impuestos, un pecador ante los ojos de todo el pueblo. Sólo Jesús fue capaz de ver más allá de sus pecados y vio a un hombre. Un hombre que podía hacer mucho por el Reino de los Cielos. Y le llamó con todo el amor y misericordia de su corazón para ser uno de sus apóstoles, de sus íntimos.
Jesús responde a las acusaciones descubriendo la hondura de su actuación con dos aclaraciones. En primer lugar, su manera de mirar a quienes, por razones diferentes, no viven a la altura moral de quienes actúan conforme a lo prescrito. Los ve como «enfermos». Más «víctimas» que «culpables». Más necesitados de ayuda que de condena. Así es la mirada de Jesús, la mirada de Dios.
En segundo lugar, su modo de acogerlos. «No necesitan de médico los sanos, sino los enfermos». Lo primero que necesitan no es un maestro de la ley que los juzgue, sino un médico amigo que los ayude a curarse. Así se veía a sí mismo: no como un juez que dicta sentencias, sino como un médico que viene a buscar y salvar a quienes se encuentran «perdidos».
Este comportamiento no es la actuación simpática de un profeta bueno, que algunos esperaban en él. Aquí se nos está revelando cómo es Dios. Por eso dice Jesús: Dejaos de acusaciones y «aprended» en mi actuación lo que significan las palabras de Oseas: Dios quiere misericordia antes que ofrendas y culto, antes que estar aferrados a la ley y sus cumplimientos. Para Jesús la misericordia es más importante que la pureza legal. Apela a la tradición profética para decir que para Dios la misericordia vale más que todos los sacrificios (Os 6,6; Is 1,10-17). Dios tiene entrañas de misericordia, que se conmueven ante las faltas de su pueblo (Os 11,8-9).
Si no aprendemos de Jesús que lo primero para Dios es siempre la «misericordia», nos falta algo esencial para ser sus discípulos. Una Iglesia sin misericordia es una Iglesia que no camina tras los pasos de Jesús. Esto lo predica mucho nuestro Papa Francisco.
Todos hemos recibido la vocación a la vida cristiana. Dios nos ha creado para prestarle un servicio concreto, cada uno de nosotros. Tenemos una misión, cómo eslabones de una cadena. Sólo tenemos que hacer bien el trabajo que nos manda. Por tanto confiemos en él y en su misericordia, que también a nosotros nos ha llamado como a Mateo.
Monasterio Sta. María la Real - MM. Dominicas 
Bormujos (Sevilla) 

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