viernes, 5 de julio de 2013

DESDE VILLALUENGA.

¡Parecía que nunca iba a llegar! La espera se nos estaba haciendo eterna y, desde el hastío y las sombras que han inundado mi ser las últimas semanas, no veía el día de volver a ver y percibir los aromas y la calidez de mi pueblo.

Conchi, se está recuperando milagrosamente de su microinfarto cerebral y fue ella misma las que nos animó a que este fin de semana, que hoy ha empezado, nos fuésemos para nuestra querida Villaluenga del Rosario. Después de meditarlo, repensarlo y hablar del asunto Hetepheres y yo, aceptamos este ofrecimiento y ayer preparamos todo para desde la tarde del viernes estar aquí.

Han sido días muy duros, donde el cansancio que llega al extremo del agotamiento ha hecho mella en nosotros. Necesitábamos desconectar de todo y de todos. Volver a reiniciar el disco duro para afrontar nuestro particular día a día con más fuerzas, más energía, más ilusión.

Tengo que decir que el único lugar que es perfecto para cargar las baterías es mi querido pueblo.

Me recogió Hetepheres, a eso de las tres, en la estación de tren. Mientras nos encaminábamos para acá hice un almuerzo frío para después de recargadas las disminuidas fuerzas charlar de los temas que teníamos en mente.

Cuando salimos de Jerez estábamos a 38 grados y cuando llegamos al pueblo no superaban los 25, trece grados menos de calor se agradecen. El sol relucía con lozanía y altivez y Villaluenga coquetamente instalada al cobijo del Caíllo nos abría los brazos para decirnos: ¡Por fin estáis en casa!

Llegamos y nos instalamos. Desde entonces no hemos hecho nada del otro mundo porque el agotamiento atenaza cada músculo de nuestros cansados cuerpos. Mientras Hetepheres, después de limpiar un poco la casa, hacer su puzle mientras recuperaba fuerzas iba actualizando el blog para después ponerme con el tema de mi investigación, echar un vistazo a la comunicación que tengo que presentar en un próximo congreso al que vamos a asistir y ahora escribir este post que lo hago, gracias a Dios, desde Villaluenga.

¡Siempre es un placer volver a casa! ¡Aquí siempre nos sentimos bienvenidos y bien hallados!

Un fuerte abrazo desde este lugar lleno de encanto en todos los sentidos.

Jesús Rodríguez Arias

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