viernes, 19 de julio de 2013

CUANDO LOS TELÉFONOS DEJAN DE SONAR.


Cuando llevas una vida muy activa, de cierto compromiso, cuando ostentas varias responsabilidades, muchas veces a la vez, cuando eres considerado poco menos que imprescindible, atesoras un prestigio y autoridad que el solo hecho de estar ya se nota y eres conocido y reconocido por los demás al son de ese dicho que repiquetea nuestras mentes de “que tanto tienes, tanto vales”. Cuando el saludo no te falta, recibes cartas, correos, mensajes por doquier y eres invitado a toda clase de eventos porque tu presencia “viste” mucho, cuando todo esto sucede suele venir la segunda parte que no es tan grata, a primera vista, pero si necesaria a todas luces. 

Existe un momento en tu vida que pones punto y final a esas responsabilidades, ya sea de forma voluntaria o de forma obligada,  la primera nunca se perdona mientras la segunda se acaba viendo con buenos ojos, y entonces todo cambia de la noche a la mañana. Sigues siendo, o al menos tu lo notas, activo y tu compromiso sigue como el primer día aunque, por los años y también por el tiempo de dedicación,  se pueda estar más o menos cansado de tantas obligaciones. Cuando abandonas un cargo también los demás abandonan la consideración que te tenían, ya adoleces del prestigio y autoridad que radica y se fundamenta en tal o cual cargo y entonces sucede lo que tiene que suceder: ¡Los teléfonos dejan de sonar! 

Y lo dejan en todos aspectos: En las relaciones contractuales establecidas por medio de la responsabilidad desempeñada así como por las personas que han pululado a tu alrededor mientras has sido “alguien” buscando no sé que mezquinos y torcidos intereses. 

Ya las voces que antaño escuchabas a diario no vuelves a oirlas, ya el teléfono fijo y el móvil se sumergen en un letargo que casi no se nota que existan, las baterías de los primeros duran el triple que antes y el silencio se hace presente gritando a plena voz. 

Debes ser consciente que ha llegado ese momento en la vida donde sucede lo siguiente: ¡Has sido olvidado por la mayoría! 

Es un tiempo que cada uno debe vivirlo desde la intimidad, sufriéndolo o gozándolo desde tu interior, adaptándote a las nuevas circunstancias. Ha llegado el momento en el cual cuando haces una llamada tienes que esperar un rato para que te contesten o simplemente no lo hagan, algo impensables cuando eras “alguien”.  Cuando escribes un correo debes identificarte, como si de un desconocido se tratara, no como antes que tu “prestigio” era tu mayor presentación. 

Ha llegado el momento que ya no te identifican, ni por asomo, con las instituciones donde has ejercido las responsabilidades sino que te quedas en la desnudez de tu propio ser, de tu nombre y apellidos. Ya no eres fulanito de tal sino solamente fulanito. 

Y pasas momentos malos, no porque el teléfono no suene sino porque esos que se llamaban amigos incondicionales tuyos ni lo son ni lo fueron nunca. Te han olvidado o quieren olvidarte de todas todas muchas de esas personas a las cuales has servido sin ningún tipo de interés, solo buscando lo mejor para ellas y por eso lo mejor para la institución que antes representabas. Menos mal que los favores, las buenas obras, no son méritos que se quedan en la tierra y se entierran cuando mueres sino que suben directamente, una vez realizadas, al Cielo donde el Padre las guarda en el “disco duro” de la “carpeta de tu vida”. 

Esta sensación de tristeza, de angustia, de dolor ante tantas traiciones, tanto desarraigo, tanta ingratitud dura lo que uno quiere que dure en su corazón. Según nuestra fortaleza este sentimiento podrá permanecer más o menos tiempo en nuestras vidas. 

Pero como Dios es Bueno y Misericordioso llega un momento en el cual todo pasa, cicatrizan las peores heridas y supuran las infecciones que puedan tener nuestros ánimos y nuestra alma ante tantos desprecios. ¡Ha llegado el momento de volar solos! Ha llegado el momento de ser tú ante todo y todos. Entonces y solo entonces es cuando empiezas a caminar. 

Ya no te fijas en el que no te llama sino en el que no ha dejado de hacerlo, las personas que en verdad te quieren, ya no prestas atención al ruído del silencio sino que acostumbrado a él prefieres que el teléfono no suene si no es para recibir llamadas amigas, de personas queridas de verdad, que serán siempre las mismas porque han demostrado que el único valor es el de la verdadera amistad y no la de los cargos y responsabilidades que hayas podido o puedas ejercitar. Valoras que en el buzón de casa haya más publicidad que cartas llenas de falserío y que es un privilegio el no tener el correo electrónico colapsado. Aprendes, poco a poco, a valorar otras cosas muchos mejores que las que tenías siendo “alguien”. 

Te sobra el tiempo para estar en casa, con tu familia, haciendo lo que en verdad te gusta y tenías abandonado por no poderlo atender. Las circunstancias experimentadas y vividas te han enseñado que existen otras cosas mucho mejores y que todo lo has conseguido cuando has sido capaz de superar ese proceso tan inverosímil como es “cuando deja de sonar el teléfono”. 

Y empiezas a darte cuenta, cuando tu alma se convierte de un mar bravío en un lago dulce y sereno, que todavía tienes mucho que hacer porque eres muy necesario en la misión que Dios te tiene encomendada. Entoces y solo entonces estás preparado para volar solo. 

Este empezar a caminar se tiene que hacer desde la mesura, utilizando los talentos que te fueron donados por el Señor, cada uno los suyos, y ofreciéndolos al servicio de la comunidad. El irrumplir en la “plaza pública” se tiene que hacer sin intereses personales, sin odios que nos lastren como personas, con alturas de miras, benevolencia, gratuidad de sentimientos y con paz. 

Pronto destacarás porque tu labor es destacable, pero ya no serás menganito el de tal o cual institución o cargo, sino que tu nombre y apellidos serán valorados por quien eres y no por lo que eres o has sido. Y pondrás tu talento, tus trabajos, lo que te comprometas para hacer siempre el bien incluso a esos que un día te intentarón hacer el mal. El mal por el mal no llega a ningún sitio por eso siempre debemos hacer el Bien aunque hayamos recibido el mal como moneda de cambio. 

Esta puesta en escena puede llevar a que a esos que han hecho lo imposible por quitarte del medio, a esos que se olvidaron que existías en cuanto no les fuistes rentable, te teman, le causes respeto, no por el cargo sino por ser quien eres. No comprenderán en la vida que tú hayas aprendido a volar solo cuando se encargaron personalmente de cortarte las alas, no sabrán el por qué de tu vuelta a la vida pública cuando entre todos se habían encargado de que te pudrieras en la celda de la indiferencia y del olvido obligado. No sabrán y se preguntarán por qué y a qué se debe tu retorno a la vida. 

Y a esos que te han hecho tanto mal debes responderle con respeto, incluso cariño, y cordialidad. La vuelta del Conde de Montecristo, que estuvo hacinado en una celda hasta que escapó, y volvió al mundo aunque con otro fines y que deben ser diametralmente opuestos a los nuestros. El Conde volvió para vengarse y nosotros debemos volver para servir. 

Dios no quiere que sus hijos estén enfadados, alejados, llenos de odios y rencores. Nos quiere juntos donde entre todos tengamos verdaderos sentimientos fraternos y de verdaderos hermanos donde el Amor sea parte implícita de nuestras vidas y ya sabéis lo que nos dejó dicho San Pablo a los Corintios: “El Amor no lleva la cuenta del mal”. 

Vuelto a la vida después de morir para muchos, aparecen las llamadas aunque las que de verdad valoras son las de los eternos amigos de siempre, las cartas invitándote a mil cosas son recibidas en casa y llegan el doble de correos de nuevos amigos que te quieren por lo que estás haciendo, por la misión tan rica en todos los sentidos que estás llevando a cabo para Mayor Gloria de Nuestro Señor Jesucristo. 

Sí, cuando los teléfonos dejan de sonar empieza una nueva y fructífera vida. ¡Aprovéchala! 

Paz y Bien. 

Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios te bendiga. 

Jesús Rodríguez Arias

1 comentario:

  1. Bonito giro cuando dices: "...el Padre las guarda en el “disco duro” de la “carpeta de tu vida”.
    Muy ingenioso y acertado. Bueno, me voy a quedar ya sin bateria, sin cobertura, es decir... a gusto y tranquilo.


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