sábado, 6 de julio de 2013

CARDENAL AMATO: JUAN PABLO II Y JUAN XXIII TUVIERON EN COMÚN SU GRAN DEVOCIÓN A LA VIRGEN.



Uno convocó el Concilio, el otro lo desarrolló; ambos pusieron sus pontificados bajo la protección de la Virgen, y sobre todo, los dos ejercitaron en grado heroico las virtudes de la fe. El cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, habla así para L’Osservatore Romano acerca de la próxima canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II
Noticia digital (06-VII-2013)

¿Qué significado tiene que el Papa Francisco haya elegido canonizar juntos a Juan XXIII y a Juan Pablo II?
Ambos Papas tienen dos puntos de referencia comunes: el Concilio, como un acontecimiento evangélico de caridad y de paz, y la Iglesia, como madre generosa y atenta, que está cerca de todo ser humano, para darle consuelo, ayuda, apoyo y esperanza. Juan es el Papa bueno, el padre de todos, católicos y no católicos. Abrazó a la humanidad y la bendijo. Juan Pablo II es el Papa que, en sus centenares de viajes, visitó el mundo entero, convirtiéndose en un mensajero de paz y defensor de la vida, de la fraternidad entre los pueblos, de la generosa hospitalidad a los necesitados...
¿Qué tienen en común estas dos grandes figuras, tan diferentes, pero también en cierto modo muy similares?
Ambos fueron protagonistas del Concilio Vaticano II. En segundo lugar, ambos llegaron a la heroicidad de las virtudes cristianas, que es la santidad. De hecho, yo diría, la santidad es su cualidad esencial. Santidad significa vivir la vida buena del Evangelio en la situación en que la Providencia los puso. Para Juan XXIII, fue responder con coraje y prontitud con la convocatoria de un concilio ecuménico. Para Juan Pablo II, fue actualizar el Vaticano, desarrollando la riqueza de sus implicaciones teológicas, litúrgicas, pastorales, devocionales, canónicas, catequéticas... Juan XXIII abrió el camino para el aggiornamento. Juan Pablo II, siguiendo el trabajo pionero de Pablo VI, llevó a ulteriores avances el fermento de esta actualización. Hoy, la Iglesia vive de esta doble herencia: de la sencillez del Papa bueno y del dinamismo del Papa misericordioso y sufriente.
¿Qué tienen en común?
La dimensión mariana del ministerio petrino, hecha con el corazón de un padre y con el amor y la preocupación de una madre. Ambos Papas fueron grandes exponentes de la devoción a la Madre de Dios, bajo cuya protección pusieron su ministerio pontifical. El 15 de agosto de 1961, el Papa Juan, en su Diario del alma, escribía: «Ad Iesum per Mariam...» Para Juan Pablo II, la Virgen fue la referencia existencial de la vida de fe. Ella le salvó aquel fatídico 13 de mayo de 1981, y desde ese momento, su vida fue una renovada y entusiasta ofrenda dedicada al servicio de Cristo y de la Iglesia.
Para la canonización de Juan Pablo II, parecen haberse fulminado los tiempos. ¿Ha sido como efecto de esesanto subito que se levantó en la Plaza de San Pedro el día del funeral?
Es cierto que la causa del Papa Juan Pablo II ha seguido un curso preferencial, facilitado por el hecho de que Benedicto XVI dispensó de la espera de cinco años, lo que permitió el inicio inmediato de la causa de canonización. Todo el procedimiento canónico, sin embargo, según quería que se hiciera el propio Juan Pablo II con las causas, fue seguido escrupulosamente, sin prisa y sin superficialidad. Recordemos que Antonio de Padua fue canonizado el 30 de mayo 1232 por Gregorio IX en la catedral de Spoleto, a menos de un año de su muerte, el 13 de junio 1231.
Con Juan Pablo II y el Papa Juan XXIII, se enriquece la lista de los santos Pontífices. ¿Una lista que va a ampliarse de nuevo en breve?
El último siglo se abrió con san Pío X, y continuó con una serie de Papas pastores sabios y santos: el Venerable Pío XII, san Juan XXIII, el venerable Papa Pablo VI, el Siervo de Dios Juan Pablo I, san Juan Pablo II. Son Pontífices que han hecho coincidir su enseñanza con la santidad de la vida. Por esto, son recordados, amados, venerados y rezados por el pueblo de Dios. Su fama de santidad y de milagreros es continua y universal. Una vez más, la Iglesia ilumina el mundo con la santidad de sus pastores.
Nicola Gori
L'Osservatore Romano

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