Sea en el ámbito que sea la realidad y sus
consecuencias siempre son las mismas cuando te toca un “caradura” al lado.
Voy a intentar hacer una exploración meditada de
este tipo de “elementos” porque todos hemos conocido o conocemos a algunos que,
por un medio u otro, intentan amargarnos nuestras vidas para que sus intereses
primen sobre todos los demás que considera, en el sentido más peyorativo, como
auténticos primos.
El caradura suele ser un flojo de primer orden,
egoísta, mal amigo, mal compañero, incapacitado para ocupar el cargo o puesto
que ostente en su vida profesional o personal, mentiroso, manipulador y
traicionero.
Aunque, en estos casos, la mentira tiene los pies
muy cortos y su burbuja, creada por ellos mismos para su mayor gloria, suele
explotar con tan solo el roce de una brizna de aire. A este tipo de personajes
se les suele coger muy pronto porque, engañados en su propio egoísmo, cometen
muchos fallos que los demás se suelen percartar casi de inmeditato. Son esos
que van diciendo que ellos hacen, realizan, gestionan y que sin su figura nada
funciona. Después la realidad es que ni hacen, ni realizan, ni gestionan, ni
son imprescindibles porque son vagos, flojos, mentirosos compulsivos, en una
palabra: ¡Caraduras!
Se puede dar el caso de que su “fama” o
“prestigio” de personas entregadas y de fiar dure un tiempo amplio porque con
sus superiores o con los que cree que puede sacarles algo son algo pelotas y
arrastrados aunque cuando las tornas cambian y les coge con el pie cambiado su
“fama” se desvanece y entonces aparece ante la mirada de todos tal cual son.
Esto en cuanto a la imagen del “caradura” respecto
al exterior. Ahora quiero analizar las consecuencias que tienen los que
conocen, tratan o tienen a su vera a semejantes hipócritas.
Consecuencias devastadoras para mantener un
equilibrio entre la salud de ánimo y de cuerpo. Gracias a sus constantes faltas
de respeto, que no tiene que ser verbal sino de actitud, por sus veleidades,
por sus puñaladas traperas, por su negado rendimiento, por su actitud de
egoísta enfermizo y egocéntrico hace que las personas que traten con estos
clase de semejantes durante tiempo prolongado casos de estrés crónico o
enfermedades y patología psicológicas, funcionales de todo tipo. Mientras unos
sucumben a la enfermedad los caraduras reincinden, sin importar nada ni nadie,
en su torcida o bastarda actitud.
Los “caraduras” tienen mucha suerte porque en los
sitios donde pululan no son molestados y eso hace que se confíen y afiancen su
comportamiento con los más cercanos y con el resto.
Quien tenga un caradura al lado o lo trate de
cerca, y no le haya espetado todo lo que piensa de él, merece un lugar en la
Gloria porque el Purgatorio lo está pasando aquí en este mundo terrenal.
Seguro que todos nosotros tenemos uno cercano o,
al menos, lo conocemos y con este post ponemos nombres, apellidos y caras.
En estos casos se debe uno armar de paciencia,
rogar a Dios que te de ánimos y valor para denunciar esta actitud tan ruín.
Jesús Rodríguez Arias
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