viernes, 17 de mayo de 2013

ES URGENTE QUE EL MUNDO ENCUENTRE A CRISTO, CON LA EVANGELIZACIÓN SEAMOS INSTRUMENTOS DE LA TERNURA DE DIOS, ALIENTA EL PAPA.




2013-05-17 Radio Vaticana
(RV).-  La evangelización proviene de Dios y le pertenece. Y para los cristianos y la Iglesia no es una misión facultativa, sino esencial. Estamos llamados a ofrecer nuestra completa disponibilidad para ser instrumentos de la misericordia de Dios y de su amor a todos, en especial a los pobres, a los excluidos, a los alejados. El Santo Padre Francisco recibió por primera vez, desde su elección como Sucesor de Pedro, a los directores nacionales de las Pontificias Obras Misioneras, provenientes de todo el mundo, que «son instrumento privilegiado» del Papa, que es principio y signo de la unidad y universalidad de la Iglesia, dijo el Obispo de Roma, en un encuentro lleno de alegría y de gratitud, como señaló él mismo, destacando la importante ayuda que recibe de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos y de los misioneros, sacerdotes, religiosos y religiosas, así como laicos y laicas que se dedican a proclamar el Evangelio en todos los lugares de la tierra:

«Quisiera decirles que ustedes son particularmente queridos para mí, porque me ayudan a tener siempre viva la actividad evangelizadora, paradigma de la Iglesia. En efecto, el Obispo de Roma está llamado a ser Pastor no sólo de su Iglesia Particular, sino también de todas las Iglesias, con el fin de que el Evangelio sea anunciado hasta los extremos confines de la tierra. Y en esta tarea, las Pontificias Obras Misioneras son un instrumento privilegiado en las manos del Papa, el cual es principio y signo de la unidad y de la universalidad de la Iglesia ( cfr Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución dogmática Lumen gentium, 23)».

En particular, el Santo Padre hizo hincapié en la palabra ‘Pontificias’, que caracteriza estas Obras Misioneras, cuya actualidad es urgente todavía hoy, para difundir el don de la fe y hacer que la gracia de Dios, reflejada en el rostro de Cristo, llegue al corazón de todos:
«Se llaman, en efecto ‘Pontificias’ porque están directamente a disposición del Obispo de Roma, con el objetivo específico de actuar con el fin de que se ofrezca a todos el don precioso del Evangelio. Y son plenamente actuales, aún más, necesarias, todavía hoy, porque hay tantos pueblos que aún no han conocido y encontrado a Cristo y es urgente encontrar nuevas formas y nuevos caminos para que Dios pueda tocar el corazón de todo hombre y de toda mujer y llevarlos a Él».

«¡Ciertamente es una misión difícil la que nos espera, pero con la guía del Espíritu Santo, se vuelve una misión entusiasmante!», exclamó el Papa Francisco, reiterando precisamente que el poder extraordinario que nos mueve, para dar a conocer la luz de Cristo, procede de Dios:

«Esto es lo que siempre nos debe alentar: saber que la fuerza de la evangelización proviene de Dios, que le pertenece a Él. Nosotros estamos llamados a abrirnos cada vez más a la acción del Espíritu Santo, a ofrecer nuestra completa disponibilidad para ser instrumentos de la misericordia de Dios, de su ternura, de su amor hacia cada hombre y cada mujer, sobre todo a los pobres, a los excluidos, a los alejados. Y ésta para cada cristiano y para toda la Iglesia no es una misión facultativa, sino esencial. Como decía san Pablo ‘Si anuncio el Evangelio, no lo hago para gloriarme: al contrario, es para mí una necesidad imperiosa. ¡Ay de mí si no predicara el Evangelio! (Cro 9,16) ¡La salvación de Dios es para todos!»

Renovando la invitación que Pablo VI dirigió hace casi cincuenta años a las Pontificias Obras Misioneras- que sigue siendo muy actual, para que nunca desmayen en su responsabilidad de anunciar el Evangelio al mundo, educando a cada cristiano, desde su infancia, a un espíritu verdaderamente universal y misionero, guiados por los Obispos, en comunión eclesial, y con especial atención a las Iglesias jóvenes, que a menudo obran en un clima de dificultad, de discriminación y de persecución, el Papa Francisco reiteró su gratitud y aliento a perseverar con generosidad y responsabilidad en la misión universal de la Iglesia, con el amparo de la Madre de Dios:
«Invocando a María estrella de la evangelización, hago mías las palabras de Pablo VI: ‘Y ojalá que el mundo actual —que busca a veces con angustia, a veces con esperanza— pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo, y aceptan consagrar su vida a la tarea de anunciar el Reino de Dios y de implantar la Iglesia en el corazón mundo’. (Carta Apostólica Evangelii nuntiandi, 80)».
(CdM – RV)

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