sábado, 9 de marzo de 2013

MUY EXCESIVO; POR ALFONSO USSÍA.

La Razón



Se me antoja excesiva cortesía, no exenta de riesgo, enviar en representación de España al entierro de Hugo Chávez al Príncipe de Asturias. No por el muerto, sino por los vivos que van a rodearlo. Ahmadineyad, Fernández de Kirchner, Evo Morales, Teodoro Obiang... El Príncipe puede volver a Madrid sin la cartera y el reloj. He visto con estupor las imágenes de la llegada del ataúd a la Academia Militar de Caracas. Es muy difícil que un acto castrense acepte la bufonada como principal protagonista. Ese Maduro vestido con el chándal bolivariano era la síntesis del mal gusto, de la chabacanería. Al fin y al cabo, llevaban en el féretro los restos mortales del Presidente de Venezuela, y eso no se hace con un chándal. Un chándal, además, que le venía muy grande, lo que es complicado por cuanto el compañero bolivariano Maduro supera los dos metros de altura. Pero no. Si al menos se hubiera puesto un chándal de noche, un chándal de gala, o un chándal de luto, poco habría que comentar. Pero no. Se presentó con un chándal de desfile de Juegos Olímpicos o de jugador reserva de la Selección nacional de Venezuela de Balonvolea. La más formal entre los asistentes, la señora Fernández, viuda de Kirchner, que llevaba riguroso luto, no por Chávez, sino por su difunto esposo, Él, que parece ha sido sustituido en su amante colon. Que eso lo dijo don José María Pemán después de cenar con el doctor Marañón. Que donde se siente, donde se fija el amor y la pesadumbre, el placer y la angustia, no es en el corazón, sino en el colon, pero resulta muy feo decirle a una mujer «te amo con todo mi colon», y de ahí lo del corazón, que es figuración poética. Evo Morales tiene cada día que pasa más aspecto de ser su propio guardaespaldas que el Presidente de Bolivia. Y faltan por llegar Raúl Castro, Ahmadineyad y Teodoro Obiang, así que ya sabe el Príncipe lo que tiene que hacer. Muy formalito durante la ceremonia, y al término de los actos, salir a toda pastilla hacia el aeropuerto de Maiquetía antes de que lo atraquen sus vecinos de altas dignidades. Creo que el Gobierno arriesga en demasía. El Príncipe es mucho para ese entierro, del que por otra parte, el fallecido es el único que no tiene culpa de nada, porque la culpa la dejó en su vida, y muy abundante. Pudiera suceder, que a falta de norteamericanos a los que acusar, terminara Maduro señalando al Príncipe como fundamental responsable del cáncer de Chávez, que como es por todos conocido, fue consecuencia de una argucia de la CIA. Porque ningún representante del mundo normal –exceptuando a los presidentes de las naciones americanas democráticas–, va a superar en importancia y empaque al Príncipe de Asturias, y cuando se destaca entre gentes como las que ahí se van a reunir, hay que atarse bien los machos para no salir malparado.
Que no se malinterprete mi texto. Siento un gran respeto por Venezuela, y soy amigo de muchos venezolanos. He navegado un buen trecho del Orinoco, admirado los tepuis que surgen como milagros en la maravilla de Los Llanos, y considero a Venezuela admirable. Pero la cutrería del chándal, importada de la Cuba castrista, me produce escalofríos. Con un chándal no se entierra a un Presidente. Con un chándal no se acompaña a un Presidente hasta su Academia Militar. Con un chándal tan horroroso no se puede ir por la vida y, menos aún, por la muerte. Lo cierto es que me preocupa la presencia del Príncipe en ese entierro tan raro.

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