martes, 12 de marzo de 2013

LOS CAUDILLOS LATINOAMERICANOS: NARCISISTAS, CAPRICHOSOS Y MILLONARIOS.

Internacional | La Gaceta


  • Compartir en Delicious
  • Los caudillos latinoamericanos: narcisistas, caprichosos y millonarios
    REPORTAJE EN 'EPOCA'

    2 COMENTARIOS JUAN LUIS ROBALLO
    Los dictadores caudillistas, de Latinoamérica, sean de izquierdas o de derechas, responden a las mismas constantes. Chávez era el último de una saga.
  • No importa el signo ideológico. El común denominador de los cientos de dictadores caudillistas que jalonan la historia de América Latina esel personalismo y sus notas inherentes: larguísimos e inamovibles mandatos; narcisismo; y el carácter caprichoso de sus decisiones.Pero, por encima de todo, eran multimillonarios.
    No se lo pierdan. Chávez se hizo de oro: 2.000 millones de dólares; Fidel Castro es la séptima fortuna del mundo, según Forbes; la familia Somoza, de Nicaragua, acumula más de 700 millones; y el dictador Trujillo concentró la economía de Santo Domingo en sus manos.
    Algunas de esas trayectorias resultarían cómicas si no fuera porque algunos de esos perfiles han sido trágicos y porque sus Gobiernos se tradujeron en el atropello de los derechos y libertades básicas. El gorila rojo era un ejemplo, por la suma de autoritarismo y extravagancia, barbarie y pintoresquismo. Lo mismo que Fidel Castro y su fraternal epígono Raúl.
    Nada nuevo hay bajo el sol en América Latina. Ciento setenta años antes de Chávez, el mexicano Antonio López de Santa Anna (1794-1876) fue un genio del chaqueterismo: empezó como cadete en las filas españolas que luchaban contra los independentistas en 1811; después apoyó a Agustín de Iturbide, que se convirtió en el primer y único emperador de México, Agustín I; y a continuación se sublevó contra este y proclamó la República Federal (1824). Gobernó intermitentemente México durante 40 años, siendo presidente 11 veces.
    Su vida tuvo perfiles novelescos.
    Derrotado y capturado por el ejército texano de Samuel Houston en la batalla de San Jacinto (1835), le obligaron a firmar el tratado que concedió a Texas su independencia. En el ínterin sometió a asedio a El Álamo, acabando con sus defensores, con el legendario Davy Crockett a la cabeza. Posteriormente Santa Anna se proclamó a sí mismo presidente de México, con poderes dictatoriales.
    En 1845 fue vencido. Regresó a México un año después, tras haber acordado con el presidente norteamericano Polk que pondría fin a la guerra que enfrentaba a ambos países. No fue así: siguió luchando contra EE UU. Tras la caída de Ciudad de México en 1847, huyó a Jamaica, pero en 1853 fue llamado de nuevo, y una vez más, se proclamó dictador. 
    Dos años después fue de nuevo vencido, por lo que se exilió en el Caribe. Finalmente, se le permitió regresar al país en 1874 y Santa Anna murió en Ciudad de México el 21 de junio de 1876.
    Mulatos por decreto
    Después hubo otros mandatarios no menos longevos e incluso más pintorescos. Como es el caso del paraguayo Gaspar Rodríguez de Francia, (1766-1840), que se inventó su propio título, dictador perpetuo. Gobernó primero en triunvirato en 1811, en consulado a partir de 1813 y como magistratura unipersonal desde 1816 hasta su fallecimiento. Francia presumía de casto y abstemio, creía en el buen salvaje de Rousseau y cerró herméticamente Paraguay para aislarlo de toda corruptora influencia externa. Antes de morir, El Supremo ordenó que todos sus papeles fueran destruidos.
    El personaje dio mucho juego literario: sirvió de inspiración a Augusto Roa Bastos para escribir su obra maestra Yo el Supremo. Rodríguez de Francia era tan peculiar que declaró mulatos por decreto hasta la quinta generación a los miembros de una familia, los Zavala, porque se opusieron a darle la mano de su hija Petrona. El dictador supremo se vengó encarcelando a quien se casó con ella, Juan José Machaín. Lo mantuvo preso con doble grillete durante el mismo número de días que estuvo casado con Petrona, anunciándole la sentencia de muerte cada día.
    Tampoco eran mancos dictadores como el mexicano Porfirio Díaz, con un récord de 35 años. Llegó al poder con un lema así de idealista: “Democracia y no reelección”. Pero no predicó con el ejemplo y estuvo desde 1876 hasta 1911, y a la fuerza: ante el empuje de las fuerzas revolucionarias de Madero.
    En el ranking destacan también el general paraguayo Alfredo Stroessner, que se mantuvo en el poder 35 años (de 1954 a 1989); o Rafael Leónidas Trujillo, al frente de la República Dominicana, desde 1930 hasta 1961. También este se agenció un título propio, benefactor, y se convirtió en el dueño material del país, concentrando en sus manos buena parte de la economía dominicana.
    Sólo abandonó el poder con los pies por delante: murió acribillado en una carretera, con armas proporcionadas por la CIA. Al parecer, EE UU temía que la represión de Trujillo provocara una revolución similar a la que se había producido en Cuba dos años antes.
    Fusiló a un uniformeEl dictador de más colorido. Mariano Melgarejo, boliviano, (1865-71). Derrotado, Melgarejo se deslizó entre la tropa enemiga que celebraba la victoria, penetró en el palacio presidencial, mató a su oponente y se proclamó presidente.
    Una vez ordenó que fusilaran a su uniforme porque había osado apretarle el cuello en el momento de ponérselo. Otra vez, durante una parada militar, enojado porque había comenzado a llover, ordenó que su artillería disparara contra las nubes. Lo sorprendente es que dejó de llover. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario