¿Donde
crees que vas tan deprisa por esta vida? ¿Hacia donde nos dirigimos si no
tenemos tiempo para casi nada? ¿Somos conscientes que se nos escapan los días
sin habernos detenido ni un segundo para ver las cosas según su dimensión e
importancia?
El
frenético ritmo que la Sociedad nos marca hace que perdamos, en muchas
ocasiones, el sentido de la realidad, vamos de un lado para otro mirando el
reloj y no nos paramos a pensar como va todo en nuestras vidas, como
desarrollamos el día a día, como afrontamos nuestra fe para llevar a cabo lo
que tenemos asignado por Dios Padre.
Se
ha perdido la serenidad, lo pausado, hacer las cosas de forma tranquila y
sosegada, el ejecutar muchas cosas a la vez no quiere decir que se hagan bien
ni sean eficaces a medio o largo plazo. La inmediatez está derribando nuestros
cuerpos por culpa de ese estrés maldito en cuyos brazos todos caemos en uno u
otro momento.
Por
eso te digo, y me digo, aprovechando este tiempo de Cuaresma: ¡Detente!
Sé
que lo que te estoy pidiendo es muy difícil porque tienes tantas cosas que
hacer, tantos apuntes en la agenda,
tantas obligaciones y ocupaciones que los días se marchan sin oportunidad de
haberlos, al menos, vivido. Pasamos por la vida sin dejar huella porque no nos
da tiempo a pisar con fuerza cuando estamos de un lado para otro.
Estas
fechas, que nos evocan todo lo contrario a las prisas y al estrés, este tiempo
litúrgico de la Cuaresma para todos los cofrades se vive de forma frenética:
Preparación Cultos Cuaresmales, reparto de túnicas, postulación, envíos de
boletines y cartas varias, reuniones y más reuniones, trabajo y más trabajo
para preparar la Salida de Penitencia de las correspondientes Hermandades en
los días que según sus Estatutos o Reglas marquen. Con tanto ajetreo, con tanta
actividad, con tanto estrés, con tantas cosas, con tantos actos vamos perdiendo
el sentido de vivir y gozar la Cuaresma
como un tiempo para intimar con Dios, con su Palabra, con lo que nos dejó dicho
Jesucristo. Necesitamos realizar todo lo que llevamos para adelante aunque sin
descuidar nuestros depósitos espirituales que se vuelven en imprescindibles
para nuestro particular día a día.
Es
muy aconsejable el realizar unos Ejercicios Espirituales, mejor si duran varias
jornadas, los cuales sitvan de desintoxicación para nuestras almas, así como
pararse a meditar y reflexionar por los derroteros que estamos cogiendo,
acertada o desacertadamente, y que por culpa de las malditas prisas no nos deja
ver ni el horizonte. Tenemos que pararnos para sentir el Abrazo de Dios Padre,
sentirnos que somos sus hijos amados y que por Amor entregó a Su Unigénito a la
muerte, con el único fin de redimir nuestros pecados, para que consigamos
alcanzar la salvación de nuestras almas. Para eso es necesario detenerse, parar
en seco, mirar, reflexionar, orar y confesarnos de nuestros pecados, de esas
pesadas lozas que nos hunden cada vez más.
Con
esto no quiero decir, ni por asomo se me ocurre tal cosa, que los cofrades que
están dedicados en cuerpo y alma a sus respectivas Hermandades dejen de
realizar las necesarias funciones que son imprescindibles para que la Salida
Penitencia se haga con la máxima solemnidad, con el máximo decoro, con el
máximo respeto porque están realizando una importante labor de evangelización,
una catequesis pública que representa los momentos de la Pasión, Muerte y
Resurrección del Hijo de Dios hecho Hombre.
Con
este artículo lo que quiero trasladaros es que en estas fechas tan importantes
para los cristianos nos detengamos, aunque sean unos minutos al día y
dediquemos tiempo a la oración, a conocer más a Dios para conocernos nosotros
mismos. Hace falta detenerse porque con tantas prisas pasa el tiempo muy rápido
y al final nos paramos cuando ya es demasiado tarde.
Jesús Rodríguez Arias
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