sábado, 16 de marzo de 2013

DESDE VILLALUENGA: DESDE LA DISTANCIA.



Será porque a esta hora todos los sábados estoy donde estoy que hoy se me hace extraño todo. 

Este fin de semana, después de cerca de seis meses, he faltado a mi cita con mi pueblo, con mis gentes, con ese reencuentro que necesito, que anhelo, que ansío, que pacifica mi espíritu, mi alma, mi ánimo.

Villaluenga del Rosario se ha convertido en oasis ante la aridez del desierto que nos rodea a diario. Su empinadas y recoletas callejuelas, sus casas blanqueadas, sus tejados de tejas, su Iglesia con su campanario, la Iglesia del Salvador que cobija el cementerio. Una Iglesia, la de San Miguel que cubre las necesidades de los vecinos  y otra Iglesia en la que reposan por siempre nuestros muertos. Historia de dos Iglesias, historia de un pueblo que conserva su indiosincracia. Conocido mundialmente por sus quesos, los de la fábrica de abajo son muy demandados, pero no son los únicos. Solo basta adentrarse en el pueblo para ver y comprobar que  existen otras queserías, todas diferentes, todas exquisitas.

Muchas veces he oído el comentario: "He estado en Villaluenga: He comprado quesos en la fábrica de quesos artesanales Villaluenga y me he ido". Eso no es estar en Villaluenga. Estar, conocer, sentir este querido pueblo es caminar por sus calles, que si Balmes, Trabajosa, Avenida de los Arbolitos, Calvario, Nuestra Señora del Rosario, Real... Es un pueblo pequeño aunque enorme.

Para mí, cuando llego todas las  mañanas de los sábados al entrar en nuestra casa mi corazón adquiere otro ritmo, mi ánimo se revitaliza, me encuentro en mi hogar. El olor a leña impregna todo el pueblo: ¡Es su perfurme! Y cuando vamos a almorzar al Casino, mi querido y entrañable Casino, cuando charlo con Fernando, Israel, con Alex y comemos las exquisiteces caseras que nos proporcionan, me siento en casa. 

Caminata y/o lectura al lado de la chimenea. Tengo aparcada allí mi investigación porque es el único sitio donde me puedo concentrar al cien por cien. Allí, dentro de ese silencio puedo estar leyendo dos o tres libros diferentes y no pasa nada. La televisión la vemos poco, hay que decirlo, porque existen cosas más importantes a las que damos preferencia.

Sobre las ocho bajo al Casino allí me encuentro a gusto, en casa junto a Fernando, Juande, Rubi, Pedro, Berna, Andrés, Gabriel, Diego, Alex y todos los que se vayan agregando. Siempre he dicho que una buena tertulia, una buena conversación salida del alma es lo más reconfortante y enriquecedor del mundo. De todo el mundo se aprende. ¡Tenemos tanto que aprender!

Mañana domingo suele ser un día de despertarme tarde, cuando den las nueve en el campanario, irnos a desayunar con Fernando junto a él viendo una película o serie en la televisión a la que siempre obviamos porque acabamos en una agradable charla que se completa y complementa si llega mi amigo Juande. Poco más tarde nos vamos a Misa. Allí mientras oramos llega el Padre Francisco y en pocos minutos ya está oficiando la Eucaristía. Mañana sobre las once echaré de menos a mis queridas y buenas amigas que siempre coincidimos. Será porque somos de costumbres que cada  uno de nosotros nos sentamos siempre en los mismos bancos. Son nuestros sitios y Hetepheres y yo ya tenemos nuestros sitios porque somos parte del pueblo y así nos lo hacen saber cada día con su cariño y amistad.

Los recuerdos, el recordar todo esto me sirve para extrañar menos lo que tanto echo en falta. Me sirve para compensar lo que no tiene compensación, me ayuda a sobrellevar la ausencia de tan precioso lugar que me embriaga y me enamora al cien por cien. 

Mañana domingo asistiremos al Pregón de la Semana Santa de San Fernando que lo ofrece nuestro querido y admirado Padre D. Alfonso Gutiérrez Estudillo, Arcipreste de la Ciudad y Párroco de la Sagrada Familia. 

Mi  querido Alfonso: ¡Has conseguido lo que nadie había conseguido hasta ahora: Que falte a mi cita con mi pueblo al que sabes estás invitado!

El Domingo de Pasión será un día para vivirlo y gozarlo plenamente aunque mi recuerdo y parte de mi corazón esté en ese pueblecito situado en lo más alto de la Provincia de Cádiz y que se llama Villaluenga del Rosario.

Espero que muy pronto esté, de nuevo, con vosotros para seguir compartiendo nuestras vidas.

Un fuerte abrazo para todos mis queridos amigos, para toda la buena gente de mi pueblo payoyo.

Jesús Rodríguez Arias

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