Sección - Marinero en tierra
Huelga
y civismo
Pocos días antes de la huelga tuve ocasión de hablar con un
compañero sindicalista sobre los motivos, las previsiones de asistencia y las
novedades de la huelga. Estuvimos un largo rato charlando sobre el carácter
internacional de la protesta y la asombrosa coordinación que se había producido
con los sindicatos griegos, italianos y portugueses. Aunque la situación de los
cuatro países es muy diferente, me recordó que estaba naciendo una nueva
cultura sindical porque se ponían en marcha iniciativas cívicas relacionadas
con prácticas de consumo justo, sobriedad en los gastos familiares y
transmisión a los hijos de hábitos de iniciativas no violentas de participación
ciudadana.
La conversación no tuvo desperdicio y el entusiasmo con el
que me comentó estas iniciativas me pareció digno del mayor respeto. En un
contexto como el educativo donde las estrategias de participación e integración
institucional no siempre están presididas por la sensatez, esta vez me parecía
que estaba asistiendo a una loable transformación del discurso sindical.
Coincidimos en la necesidad de hacer reformas para mantener
la viabilidad de uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo, la
universalidad de uno de los más desaprovechados y peor gestionados sistemas
educativos del planeta y la falta de ejemplaridad e incluso profesionalidad de
gran parte de nuestra la clase política. Incluso coincidimos al valorar las
medidas que el gobierno estaba tomando, no porque no fueran necesarias sino
porque los nuevos cargos estaban despreciando las formas, desconocen la
administración, desprecian a sus profesionales, carecen de memoria social y, lo
que es más grave, excluyen a los mejores. Le advertí que carecía de autoridad
para hacer esos juicios porque lleva dos décadas promoviendo la mediocridad institucional
y condenando la promoción de una cultura de la excelencia en los servicios
públicos.
Unas horas después de nuestra conversación, el mismo escenario
se llenaba de violencia. Un piquete informativo
con persuasivos manifestantes pertrechados de martillos destrozaba las
acristaladas paredes de la sucursal del banco de Santander instalado en el
campus, justo entre las oficinas sindicales y el aulario III. Un banco con
cuyas pólizas de crédito la universidad puede pagar las nóminas, debido a los
retrasos en el pago de las administraciones. Entre los jóvenes trabajadores
atemorizados de la sucursal destrozada, una empleada embarazada padecía horrorizada
algo que las neuronas de su hijo registrarán como la primera lección universitaria
de incivismo sindical.
Agustín DOMINGO MORATALLA
Para el viernes 16 de Noviembre de 2012, en LAS PROVINCIAS.
GRUPO VOCENTO
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