jueves, 5 de abril de 2012

ISCARIOTE; POR RAFAEL SÁNCHEZ SAUS


Diario de Cádiz

ENVÍO

Iscariote

RAFAEL SÁNCHEZ SAUS | ACTUALIZADO 05.04.2012 - 08:08
Share
En la semana de los presupuestos de quirófano, un servidor se hace el firme propósito de no mentarles los apocalípticos jinetes del déficit, de la deuda, del paro y de los impuestos. Hoy, Jueves Santo, me interesan mucho más las treinta monedas del Iscariote que los 90.000 millones de déficit del ruinoso 2011. Treinta denarios, que daban apenas para comprar un campito en las afueras de Jerusalén, el precio convenido en aquel tiempo por un esclavo. Ese fue el premio de la mayor traición de la historia, pero es notable que lo que perdió a Judas no fue su bajeza, sino su incapacidad para el perdón. No perdonó a Jesús que defraudara sus expectativas; no se perdonó a sí mismo por el crimen cometido. Porque, cuando decidió colgarse, Cristo ya le había perdonado: el "perdónalos porque no saben lo que hacen" abarca a muchos en todos los tiempos, y su santo patrón hubiera podido ser Judas Iscariote. Pero para eso tendría que haber mirado de nuevo a Jesús, regresado a Él. Judas, sin duda, lo sabía, pero no quiso o no pudo. A lo largo de los siglos muchos se han preguntado el porqué. 

¡Qué difícil es el regreso! El mismo Jesús lo explica como nadie en la parábola del hijo pródigo. Todos hemos preferido alguna vez disputar las algarrobas a los cerdos antes que ponernos en camino. Sabemos que en nuestra casa nos espera el pan blanco, el vino nuevo, el abrazo del Padre y la vida plena, pero algo nos detiene que es orgullo, aunque es mucho peor que orgullo; que es desconfianza, aunque ninguna promesa podría vencerla. La respuesta ya nos la dio san Pablo: "porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero". Sobre todo y en primer lugar, a nosotros mismos. Nuestra libertad se hace ilusoria, abandonados a nuestras fuerzas no tenemos más opciones que el desgarro continuo o el extravío; pero El viene al rescate.

El destino de Judas no es el de humanidad, aunque tantas veces nos lo parezca. Teresa de Calcuta nos dice que "tan sólo con que Judas hubiera mirado a Jesús a los ojos como lo hizo Pedro, habría sido el amigo de la misericordia de Jesús". Sí, mirar a Jesús y después arrojar las treinta monedas que nos queman las manos y nos pudren el corazón. En estos días, en nuestras calles, no nos van a faltar ocasiones. Quizá la historia de Judas, que en estos tiempos de apostasía silenciosa pudiera ser la de muchos de nosotros, haya quedado inacabada, como sucede en tantos pasajes evangélicos. Escribió Luigi Giussani que "la misericordia del Infinito ofreció su vida por cada hombre, también por Judas". Así es, pero hay que mirarle.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario