sábado, 14 de abril de 2012

EL PRIMERO QUE SE DEBE CONVERTIR SOY YO.


Antes que la conversión de los demás...
El primero que se debe convertir soy yo
A veces, resulta tentador decir a quienes están en proceso de conversión aquello que quieren oír, dar un poco de desengrasante al Evangelio para pasarlo mejor. Lejos de ello, lo que quieren y necesitan las personas necesitadas de Dios es el Evangelio tal cual es, sin rebajas. Eso lo sabe bien el padre Juan Rivas, Legionario de Cristo, que tuvo una importancia decisiva en la conversión del actor y productor Eduardo Verástegui
¿Qué papel tuvo usted en la conversión de Eduardo Verástegui, y cómo le guió hasta la fe de la Iglesia?
A toda conversión siempre precede la acción divina. Cuando él se acercó a mí, ya estaba inquieto sobre la ruta que debía seguir en su vida. Él sentía una contradicción entre lo que el mundo le ofrecía y lo que le dictaba su corazón. Cuando me dijo que estaba interesado en ser misionero entre salvajes, le dije que aquí en Hollywood había muchos, y que consideraba que debía de poner su talentos artísticos al servicio de Dios.
¿Cuál es el papel de la oración en este proceso?
Si de verdad estoy interesado en la conversión de alguien, lo primero que hay que hacer es hablarle a Dios de él. La fe sigue siendo hasta hoy una gracia. Es necesario crear ambientes de oración, grupos alternativos, comunidades que rescaten nuestro espíritu del ambiente pagano. La sociedad cristiana está desapareciendo, por eso hay que crear lo que el Papa llama sociedades alternativas. Por ejemplo, yo promuevo en mi comunidad que varias parejas se reúnan en casa, una vez por semana, a rezar el Rosario y reflexionar sobre el Evangelio del domingo. Ese ambiente sereno, con los móviles apagados, se presta para tratar otros temas a la luz del Evangelio. El proceso de conversión es un proceso largo, pero hay que caminarlo juntos.
Por otro lado, la conversión más difícil no es la de los ateos, sino la de los que se dicen creyentes pero viven como paganos, porque éstos últimos no creen que necesitan convertirse.
¿Cuándo puede saber uno que una persona ya está preparada para que le hablemos del Señor?
Para acercar a alguien a la fe, primero es necesario un ambiente de simpatía, de amistad y de aprecio por el otro, y ahí surgirá el momento para sembrar la fe en su corazón e invitarlo a volver a la Iglesia.
¿Y qué pasa si nos puede el miedo, como a Jeremías: Señor, mira que soy un muchacho?
El miedo puede surgir de mi debilidad, pero también de la ignorancia de mi fe y de la debilidad de mi amor, o quizá del creer que yo solo y con mis fuerzas voy a convertir a alguien. La conversión es un regalo de Dios al que es humilde.
También hay ocasiones en que la conversión tan deseada de esas personas cercanas no llega. ¿Qué podemos hacer?
Yo me preguntaría: ¿Me he convertido yo? ¿Tengo una fe fuerte, firme? Existe el peligro de creer que la conversión es cosa de los otros. El que se tiene que convertir primero soy yo. Al convertirme yo, mi oración se hace más fuerte, mi testimonio mas convincente, mi confianza más cierta. La Virgen dijo a los niños en Fátima: Oren, ayunen, sacrifíquense por la conversión de los pecadores. Lo demás se lo dejamos a Dios.
J.L.V.D-M

6 comentarios:

  1. Misionero entre ¿salvajes?

    ""Cuando me dijo que estaba interesado en ser misionero entre "salvajes", le dije que aquí en Hollywood había muchos (¿salvajes?), y que consideraba que debía de poner su talentos artísticos al servicio de Dios.""

    ¡Vaya modo en un sacerdote de expresarse así de su prójimo!

    Me pregunto: Si todos somos personas humanas, y él considera "salvajes" a sus semejantes, ¿en qué categoría clasifica el mismo Padre Juan Rivas?

    Atentamente,

    Veritas.

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  2. Las personas se convierten cuando son atraídas por la Luz de la Verdad. Nosotros mismos no somos los artífices de la conversión de otros, sino Dios. Debemos rezar para ser instrumentos de Dios y pedir que nos dé su gracia y nos ayude a vivir según el Evangelio, de modo que así podamos ser el vivo ejemplo de Cristo para nuestro prójimo.
    Lamentablemente, algunos católicos que se dicen tradicionalistas, creen que la Verdad es una posesión personal y no un don de Dios. Semejante actitud los puede conducir al fanatismo. La Fe no es un juguete intelectual ni tampoco se maniobra como una partida de ajedrez. Deberían procurar cambiar de postura y procurar que todos, y no sólo ellos, lleguemos a ser santos porque todos somos llamados a ser santos.

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  3. No es primera vez que el Padre Rivas se expresa de manera displicente de su prójimo. En otras ocasiones, ha incluido los términos "paganos ignorantes" y ha desdeñado todo comentario que no contenga elogios hacia su persona o su protegido Eduardo Verástegui, diciendo que "son ataques del maligno".
    Esto me hace recordar las acertadas palabras del destacado filósofo Dietrich Von Hildebrand:
    "Un sacerdote piadoso y humilde, atraerá más almas a Cristo, sobre todo de personas sencillas, que aquel que intenta acercarse a la gente adoptando comportamientos que van en contra de su santo ministerio".

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  4. No me gusta el tono del discurso del padre Rivas cargado de soberbia, autorreferencias, subestimando a los demás. Tampoco me gusta su modo de "imponer" la fe, ni la jactancia de creerse en un nivel superior por haber recibido la Verdad revelada, ni que haga pasar por "refuerzos de fe" las reuniones del círculo destinadas al auto-convencimiento, la auto-validación y la auto-complacencia de los mismos miembros de siempre.
    Tiene razón al decir que "la conversión es un regalo de Dios al que es humilde", pero debe considerar que "la humildad consiste en callar nuestras virtudes y permitir a los demás descubrirlas" y ese es el mejor testimonio y apostolado que se puede dar, porque es la verdadera imitación de Cristo.

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  5. Entrevista a un fariseo, cargada de falsa modestia y falsa piedad.

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  6. Padre Juan: el verdadero amor no convierte a las personas en proyecciones del propio ego.

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